martes, 30 de julio de 2013

46. PASEAR EN COCHE

PASEAR EN COCHE

 un “señorito” petimetre que dejó su casa y su familia provinciana de las altas cumbres para viajar a Lima, en acémila hasta Chilete, tren a Pacascamayo y finalmente en vapor, después de diez días de travesía, haciendo las escalas pertinentes.

Estudiaba Ingeniería y cada año regresaba a su querido terruño para disfrutar de sus vacaciones y demostrar el avance de sus conocimientos y cuasi castizo modo en el hablar, gozando del aprecio de todos sus paisanos.

Una vez, recién llegado a la capital, impresionado por los adelantos de la ciudad y el contraste con la vida sencilla en su pequeña aldea, escribía a sus hermanas cartas adorables de añoranza y narraba de Lima sus encantos en aquellos años postreros del pasado siglo XIX.


Entre otras cosas escribía que gustaba mucho de pasear en coche por las avenidas, acerca de lo cual en carta respuesta una de sus hermanas le recomendaba:

“En medio de aquel gentío tendrás mucho cuidado Eleuterio hermano mío, de manera repentina resultes accidentado, como la hermana Alejandrina que un gran golpe se ha dado por montar en la coche pepina”.

El señorito comprendió enseguida lo mal que interpretaron sus líneas las hermanitas de Anguía, donde llaman coche al chancho cochino, como en cualquier lugar de la serranía.

También se confunde en el sentido inverso cuando dicen. “Creen que soy la quinta rueda del chancho” por no pecar de barbarismo. Aquí si se debe decir coche, porque se refiere al carruaje.

¿Y qué es eso de pepina?. Es el color de la chancha entre amarillo y rojizo con manchas negras... y arisca (indomable).


Otra vez, su señor padre, queriendo dar una sorpresa a su hijo decidió viajar a la capital, y lo hacía por primera y única vez. De todas manera cumplió con su cometido y efectivamente fue una gran admiración cuando se encontraron con su vástago en el hotel donde se hospedaba el estudiante. Al siguiente día antes de ir a la Universidad recomendó a su papá que usara el betún para los zapatos y el cosmético para el pelo. Lo hizo don Timoteo, pero al revés, pues también era su primera vez.

El ingeniero doctor regresó a su tierra natal, donde vivió larga vida de servicio popular.

Gestionó y consiguió la creación del distrito de Anguía en 1933 desmembrándolo de Tacabamba.

Elaboró el primer proyecto de carretera de penetración de Chiclayo al Marañón, pasando por Chota, que pese a ser el más exacto y conveniente hasta hoy no se hace realidad.

Destacó como químico en las haciendas azucareras de la costa y también como boticario y curandero de renombre en Tacabamba donde residía, pues todos acudían a él a falta de médico en el lugar. 


En algunas ocasiones, desde la esquina o calle, cuando veía pasar un entierro (sepelio). Sacándose el sombrero a su paso inquiría: ¿Señorito, a qué difunto llevan a enterrar? . A fulanito de tal, le contestaban. ¡Ah! a ese lo curé yo, concluía. 

OTRA: En la confidencialidad de la alcoba, (según un juzgavidas que nunca falta) decía: “Sentís el accionar del miembro viril en vuestra vaginal cavidad amada mía? . Sí Eleutrio, sí, le contestaba la fémina. Bien, bien, entonces moveos, moveos y regocijaos. 

Hombres de antaño, refinados, destacados, virtuosos y famosos; han dejado su semblanza como estela luminosa en su pueblo que nunca los va a olvidar. 


Augusto Bocanegra Gálvez - 1985 - bocanegraaugusto@hotmail.es

“Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos”. 

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