martes, 30 de julio de 2013

60. DOS AMIGOS EN EL CIÉNEGO

DOS AMIGOS EN EL CIÉNEGO

Eran los días festivos del 28 de julio de 1950, celebración cívica local y originaria fiesta del Patrono de la ciudad, que terminaba con las corridas de toros bravos, no en la plaza, porque ya había parque desde hacía dos años, sino en la plaza de ganado, hoy lugar del Centro de Salud. Como todos los años, luego de estas celebraciones, los niños y muchachos del lugar, emprendían con las suyas imitando a los mayores. 


Aquel año aún no había el Atrio Mariscal Castilla, era el “Poyo de la Iglesia”
En el barrio de occidente se organizaba el remedo de la fiesta por tres días, con una imagen casi perfecta hecha de arcilla por Víctor Cardoso Zevallos y Luis Bocanegra Gálvez.
La “banda de músicos” con instrumentos de carrizo recorría las principales calles en albazo, reseña y retreta; asistiendo a las “ceremonias” religiosas, inclusive misa y procesión, con cura y todo, para eso estaba Paco Perales Segura que permanentemente vestía hábito marrón de franciscano. Claudio Becerra Fernández que siempre estaba a las órdenes, como sacristán.
Director de la banda Manuel Cardoso Zevallos, tras él Roberto Fernández, Héctor Alcalde Díaz, Epifanio Cortegana, César Alvarado Quijano, Augusto Bocanegra Gálvez, Augusto y Carlos Goicochea Guevara, Víctor Pizarro Pardo, Aldo y Hugo Armejo Delgado, César Paz Delgado, Ramón Oblitas Cornejo, Augusto López Tapia, Pancho Asurza y otros. Toreros disfrazados Presbítero Vásquez Díaz y Carlomán Cardoso Guívar (Manolete y Conchita Sintrón).Toreros improvisados casi todos, especialmente cuando los carneros bravos o los becerros no eran muy ofensivos. Las damas que asistían y obsequiaban las moñas para los bravos eran las hermanitas Georgina, Nela. Carmela y Laura Oblitas Gálvez, Perpetua Vargas Regalado, Juana y Elva Bocanegra Gálvez, Delfina Portocarrero Oblitas, Adela Vásquez Díaz, Hilda Oblitas Delgado, Lila Cardoso Zevallos y muchas otras . No faltaban las canastitas de "dulces" (panecitos, roscas, galletas, turcas y empanadas) . El pirotécnico cohetero 3M Mario Mego Mestanza, El dueño y mandón de la fiesta era el “Chiminico” que así apodábamos a Antonio Becerra.
Era un chiste dramatizado en serio, los adultos se divertían tanto como los menores, salvo algunas “señoritas de las antiguas” que aburridas por la bulla en las madrugadas no vacilaban en arrojar orines de sus balcones a los músicos y procuradores infantiles. 
Todo era posible, barreras, toril, palcos, construidos con la debida anticipación.


El Tingo. (entre éste y la ciudad estaban los ciénegos).
En uno de esos días, comisionados Víctor Cardoso y Augusto Bocanegra para “echar lazo”, capturar y llevar hasta la improvisada plaza taurina en el amplio corral de la familia Cardoso Sánchez a una ternera más arisca que brava de la inverna “ciénegos de doña Emilia” pasaron toda una tarde en el intento, finalmente a punto de ser enlazado por cansado el animal, dio tremendo salto en una acequia tapada por el ciénego y pastizal, y sus perseguidores sin darse cuenta, cuando corrían en su tras, no alcanzaron la otra orilla como lo hizo la ternera y quedaron metidos en el lodo. Hicieron todos los esfuerzos por salir, pero mientras más lo hacían, más se sumergían en el pantano barroso. Llamaron gritando fuerte pidiendo auxilio, y nadie acudía, el camino estaba distante, los transeúntes no escuchaban, los peones y hortelanos ya no estaban, la tarde caía, la noche empezaba a oscurecer el lúgubre panorama, el llanto no servía de nada. Víctor estaba más lejos de tierra dura, pesaba más y más rápido se hundía. Augusto en su desesperada búsqueda de asirse de los montes encontró una raíz dentro del fango y por ella logró salir sin zapatos ni pantalones, alcanzó las sogas y pretendió inútilmente jalar con ellas a Víctor, pero era imposible, faltaban fuerzas. Si hubiera ido a pedir auxilio al camino o a la ciudad, Víctor ya hubiese desaparecido en la profundidad del fango.Tirando de las dos sogas piezadas alcanzó amarrar el extremo a un poste de chonta del próximo cerco de alambre de púa y así con ambas fuerzas de los dos amigos se iba venciendo al tragadero.


En la foto: Víctor y Augusto (1957) siete años después de aquel accidente.
Era oscura ya la noche cuando Víctor tocó tierra más dura y logró salir, sin zapatos ni pantalones también. Ni el frío intenso ni el miedo impidieron que vayamos “hasta la toma” que era una acequia o riachuelo donde nos lavamos y luego emprendimos el regreso a casa, donde ya nos buscaban muy preocupados.
Seguro que no nos escapamos de “la maja”, pero ante el relato de lo ocurrido, más bien, agradecieron nuestros padres a la Providencia por habernos salvado.
Imaginábamos después, que de haber sucumbido tragados por el pantano, nadie hubiera dado razón, nos hubiesen buscado tanto que solamente habrían encontraron las dos sogas de los “laceros”, por allí hubiesen deducido la tragedia, y talvez si hubiesen rescatado los cadáveres. 

La fiesta de los menores fue algo triste y apesadumbrada para nosotros.
No se recuerda que se hayan repetido con tanto realismo estas réplicas de las fiestas patronales por los muchachos de mi pueblo, pero si recordamos aquella vez en que dos amigos estuvieron en inminente peligro de morir sumergidos en el ciénego, dado sus originales juegos infantiles, allá en la en la “Tierra de las limas” y “Sucursal del Cielo”.
Tacabamba, mayo de 1979. 

bocanegraaugusto@hotmail.es

“Cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena”. (Ana deAustria)
“La amistad es una igualdad armónica”. (Pitágoras)
“Los aduladores tienen forma de amigos como los lobos tienen apariencia de perros”. 

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