martes, 30 de julio de 2013

11. CHUCCHO

CHUCCHO

El vocablo chuccho es quechua, indudablemente y se refiere a la pesca abundante. 

El chuccho es un fenómeno ictiológico, un prodigio de la naturaleza y una peculiaridad exclusiva de Tacabamba, que permite la pesca masiva e impresionante del “plateado”. 


La única especie que abunda en nuestros ríos es el plateado, cuyo tamaño varía entre los 8 y 15 centímetros. Se llama así por el intenso color de plata en su región abdominal, que degenera en rasgos áureos y rojizos hasta el oscuro pardo verdusco de su región dorsal. El cuerpo es esbelto y la carne de color blanca muy agradable. 

La pesca durante el año es escasa y se practica por deporte y distracción con anzuelo, el uso de explosivos está terminantemente prohibido; pero en la época del chuccho es espectacular y abundante. 

Consiste en la salida espontánea de los peces a la orilla, en donde el agua es muy superficial, por eso, para capturarlos se tiene que hacer durante el día los corrales de uno, dos o más metros cuadrados cada uno, según el lugar, con una entrada estrecha al lado del río, dentro el agua será muy poca, es decir superficial y una porción de montes o champa estará lista en la cercanía para el momento preciso en que tenga que taparse la salida. El contorno de los corrales se hace con piedra y champas (porciones de tierra mojada con pastos). 

Por alguna circunstancia, que de seguro es por la reproducción, los peces dejan la corriente o la profundidad de las pozas a una hora no precisada de la noche y se llenan en forma abrumadora en los corrales. El dueño de los corralitos está atento y vigilante del momento en que sigilosamente ve y escucha el ruido a manera de ebullición cuando se han llenado. Velozmente corre y tapa la salida, quedando atrapada la masa de peces que saltan y retozan, siendo el momento en que acuden los demás acompañantes para llenar las canastas con el “plateado”. 

El chuccho sucede durante uno o dos meses más o menos, entre mayo y junio de todos los años y no se registra en todos los ríos ni en todas sus longitudes, tan sólo en el Tingo, el Tuspón y parte del Tacabamba o río Grande. La llovizna que por entonces es escasa, es un obvio presagio de buena pesca. El fenómeno no sucede todos los días, sino una o dos veces por semana. 


Temprano, el pescado lavado se vende por las calles en platos pequeños como medida. Las picanterías y las familias preparan el rico cebiche, el chilcano o lo dejan secar al sol para comerlos fritos y crocantes. 

En épocas pasadas, las familias iban a gozar del chuccho a las playas o casitas cercanas al río, en noches de luna, con ambiente y ánimo de hacer fiesta y la juventud, cuando no, para dar paso a los romances, “en esas noches serenas de plenilunio”. 

Luego de la pesca el baile al son de las guitarras, cantares y cajón. Al final, se servía la caspiroleta bien batida, con empanaditas, humitas o tamales. 

Muchas han sido las tentativas de sembrar truchas en nuestros ríos y puquiales, sin éxito, debido a las aguas que no son muy frías como se requiere, a los aluviones o crecientes de los cauces hídricos en época de lluvias y sobre todo por la irresponsabilidad de muchas personas que se dedican a pescarlas aún usando explosivos. No hace mucho que se está incursionando en criaderos especiales o granjas piscícolas con resultados positivos.

bocanegraaugusto@hotmail.es

“Baña siempre tus días en el dorado resplandor del entusiasmo”

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