martes, 30 de julio de 2013

22. SEMANA SANTA

SEMANA SANTA


El tiempo, como factor determinante de cambios en la sociedad, ha dado un vuelco desde hacen pocas décadas en las costumbres de los pueblos. En Tacabamba, como en todo lugar, se percibe con facilidad estas transformaciones. En tratándose de la Semana Santa, sabemos que por ahora es mucho más sencilla, hasta superficial podríamos decir, extrañándose el fervor y las acciones religiosas que hacían en tiempos pretéritos una celebración de mucha expectativa y fe. Con ligeras modificaciones transcribo lo que escribí en 1960 en la monografía “Así es mi Tierra” con la que opté título pedagógico. 


“Para esta conmemoración religiosa es prevista la movilidad de su fecha desde que aparecen los nuevos calendarios cada año, con la finalidad de procurarse el elemento tradicional: los estrenos, todos tienen que vestir algo nuevo en Semana Santa. 
El Domingo de Ramos se reparten en misa las históricas palmas traídas de los bosques de Pilco, luego la procesión de la imagen acondicionada sobre un burrito, lo que recuerda la entrada triunfal de N. S. J. C. a Jerusalén. Con las hojas de palma se confeccionan adornos de grata recordación. 



En los días Lunes, Martes y Miércoles Santo, es muy frecuentado el templo así como las ceremonias religiosas, en especial las del Quinario, ante el altar de la perfecta y antigua escultura de Cristo Crucificado “Señor de Ánimas”. En las noches del quinario hay un momento en que el sacerdote ordena las tinieblas, apagándose todas las luces por un minuto, lo que aprovechan los palomillas para disparar frutos espinosos.
Jueves Santo es el día de la expectación de los estrenos y de la admiración al grandioso Monumento al Santísimo en el templo, a cuyo costado no falta la nutrida “Mesa de los Apóstoles”, todo lo que deja apreciar el dinamismo de los procuradores y el desprendimiento de los mayordomos que culminan con el opíparo almuerzo popular ofrecido por ellos mismos. La Mesa de los Apóstoles exhibe variedad de frutas traídas de Chiclayo por don Enrique Zevallos Horna, que además actúa de Santo Varón.



El Viernes Santo es el día de luto, de pesar y de recogimiento. Después de escuchar el Sermón de las Tres Horas, ya en los hogares (via radio), ya en el templo, la multitud se conglomera en este último para adorar al Señor de Ánimas que es descendido de su altar a los acordes de las fúnebres notas de la banda de músicos, para ser fijado luego en el Calvario, junto al Altar Mayor en una gran cruz clavada en medio de altas plantas de plátano a un costado y laurel al otro, simbolizando al buen ladrón uno y al incrédulo el otro, en los deicidas momentos del sacrificio del Gólgota. Luego de pocas horas, ante el llamado bullicioso de las matracas (instrumentos de tabla con asa y argollas sujetas a ambos lados que agita un equipo de jóvenes recorriendo las calles, reemplazando a las campanas en este día), el amplio templo resulta insuficiente para albergar a los feligreses que pacientemente esperan la conmovedora ceremonia del Descendimiento. La concentración de luces descuella la imponente figura del cuerpo yerto de Jesús Crucificado, a cuyos pies sollozan algunas imágenes de vírgenes.



A pocos metros antes del lugar de la crucifixión y hacia el costado izquierdo de la nave del templo, está sobre sus ataviadas andas la efigie de la Virgen de los Dolores, Madre de Jesús. 


He aquí la ceremonia: El sacerdote avanza a pasos largos por entre la multitud que le abre paso hacia el improvisado Calvario. El rezo es breve y muchas las recomendaciones. Un sonoro vibrar del melodio da el inicio y un breve silencio deja escuchar nítidamente las graves notas de las guitarras, acordeón, violines, serrucho y mandolinas que preceden a la potente voz varonil de la juventud que lanza súbitamente su himno consuetudinario: “CANCIÓN DEL DESCENDIMIENTO” tan emotivo, que hace llorar y conmociona a la muchedumbre congregada. En las primeras estrofas cantan al Señor en versos de dolor que desgarran el alma


1- . Crucificado amor mío - hasta dónde tu fineza, - pudo llegar pues que mueras,- porque el hombre no perezca.
2- Tus divinos pies y manos - a los sayones entregas,- a que traspasen los clavos, - en tus miembros su dureza.
3- A vista de todo el mundo, - levantado con afrenta, - agonizando y muriendo, - triste a su Padre se queja.
4- Desamparado se mira, - sediento y lleno de pena, - por el amor a los hombres, - todo el cuidado se lleva.



En la quinta estrofa hacen un llamado a los Santos Varones para que bajen de cruz a Jesús. Éstos, hombres fornidos, virtuosos o pecadores arrepentidos, salen del Bautisterio en número de 16 ordenados en dos columnas, vestidos de alba y cíngulo, con dos sábanas enrolladas que cruzan pecho y espalda y amarradas a la altura de las caderas, una cinta circundando sus frentes, todo de color blanco y portado simbólicas escaleras los dos primeros más antiguos que encabezan el desfile hacia el Calvario de la Crucifixión. Antes de llegar se postran ante la conmovida Madre del Mesías para pedirle permiso.


5.- Venid humildes varones - con reverencia y amor, - a bajar del árbol santo - a esta difunta flor. 
6.- Almas miren a Jesús - pendiente en ese madero, - barrenado pies y manos - por nuestras míseras culpas.
7.- Pedid licencia a esa Reyna , - llena de angustia y dolor, - que gustosa os dará - en alivio de su Dios.
8.- Subid almas al Calvario, - donde el inocente llega, - a pagar ajenas culpas - por su caridad inmensa.



Estas estrofas se intercalan con la intervención de los instrumentos musicales y son ellas las que indican las acciones de los Santos Varones durante el proceso del Descendimiento.
Por dos escaleras grandes suben los dos primeros y se ubican por detrás y sobre los brazos de la cruz y del Señor Crucificado. Los demás se distribuyen por delante y a diferente altura, para recibir con pañuelos en las manos las reliquias sagradas que adoran y pasan a los otros que hacen lo mismo hasta que las entregan a un ordenado grupo de niños y niñas que elegantemente vestidos y sobre azafates las conducen por delante y durante la procesión.
Para dar cumplimiento a lo que indica cada estrofa del coro, uno de ellos colocando la tenaza sobre el madero sagrado, le da un contundente golpe con martillo, que resuena en todo el templo, parece silenciar a toda la contingencia y deja escuchar un breve traqueteo de las matracas chica y grande.



9.- Quitad esas cuatro letras - de ese sagrado madero, - que INRY quiere decir: - Gran Rey de cielos y tierra.
10.- También esas tres potencias - que son señales de amor, - que es del verdadero Padre - y de nuestro Redentor.
11.- Quitad esa real corona - que le oprime a la cabeza, - toda esmaltada en sangre, - hasta empañar su belleza.
12.- Limpiad el cielo divino, - bañado con el sudor, - es cansancio de las culpas - que el hombre le ocasionó.
13.- Quitad ese duro clavo - que tanto oprime a la diestra, - dadle lugar a que brinde - su soberana clemencia.
14.- También el de la siniestra, - desclavad que es de justicia, - que no ha de pagar el justo, - sino el que causó malicia.
15.- Esos sagrados pies, - desclavadlos que hay razón, - que no padezcan tormentos, - por dar vida al pecador.



Al final bajan al Señor, lo envuelven en blancas sábanas y lo conducen a la presencia de la Virgen Dolorosa. Luego, con la vigésima estrofa terminan por colocarlo en una lujosa urna, que a través de sus límpidos cristales, el Cristo deja contemplar la funesta palidez de la muerte.



16.- Bajad ese Jazmín bello - de ese árbol sagrado - y todos lloren contritos - la causa de su pecado.
17.- Es nuestro Cielo Divino, - regocijo de la gloria, - mostradle al pueblo tirano, - que pida misericordia.
18.- Entregadle a esa Señora - que está triste y sin consuelo, - que se recree mirando - a la belleza del cielo.
19.- Separadle de su vista, - que le causa más dolor. - ¡ay Jesús del alma mía! : - ¡Misericordia Señor!
20.- Ponedlo al Santo Sepulcro - al redentor de los cielos - y que una enorme piedra - oculte a mi Salvador. FIN.



(La antigüedad de este himno no se ha determinado con exactitud, así como la de la escultura del Señor de Ánimas, pero con seguridad llegaron en el siglo XVIII - 1700 a 1800. De igual manera, el establecimiento de la ceremonia del Descendimiento).



Empieza la procesión, el público se dispone a salir unos delante, otros detrás del lúgubre cortejo con las notas del coro femenino que entonas hermosas canciones hasta que finalmente, al salir del templo, la banda de músicos empieza el toque de las mejores marchas fúnebres de su repertorio.



La procesión se desliza pausadamente por las calles principales de la ciudad, y separada de Jesús una cuadra de distancia va la Virgen de los Dolores. Todos portan encendida una vela, que en conjunto, da mayor luminosidad a la devota contingencia ordenada: hombres a la derecha y mujeres a la izquierda. La procesión llega a su final después de varias horas y los feligreses se retiran. El Cristo es colocado nuevamente en su altar donde permanecerá hasta el próximo año.



Una ráfaga de cohetes despierta a quienes no asistieron a la misa de Sábado de Gloria. ¡Jesús está ya en el limbo con los justos!



El pueblo demuestra alegría, los ciudadanos se reúnen a libar licores y además de quemar cohetes, echan tiros al aire con sus revólveres, tanto que a los de mala calidad se les abre el cañón. La muchachada pugna por recoger los casquillos de las balas que ruedan por la calle y entre los pies de los competidores tiradores que desde ya celebran el Domingo de Resurrección”. 


Mi reconocimiento a personajes que dieron brillo por muchos años a la Semana Santa en Tacabamba: Los curas Villanueva, Salazar y Gasco, el R. P. Víctor H. Ruiz, los mayordomos Cipriano Requejo, José Isidoro y Arístides Gálvez, David y Adolfo Paredes, Zara y Guillermo Meoño, Fernando Herrera Herrera, Francisco Portocarrero Guevara, Héctor Gálvez Delgado, Juan Francisco Herrera Delgado, Víctor Manuel, Rosa, Oscar y Dora Cardoso Sánchez, Reynaldo y Víctor Bocanegra Vásquez, Evelio Vásquez Camacho y hermanas, Julián y Manuel Camcho Herrera, Carmen Paredes Hoyos, Zara y Alcira Bravo, Carlos y Lila Cardozo Zevallos, etc. Los artistas del Monumento: Alejandro Zevallos Quijano, Guillermo y Sara Meoño, Absalón Salazar Fonseca, César Herrera Delgado, José Santos Fernández Marlo, Luis Bocanegra Gálvez, Arcadio Campos y Segundito Delgado. Los cantantes y músicos del coro varonil: Leonardo Delgado Orlandini, Sebastián Aguirre, Emiliano Oblitas Paredes, Lázaro y José Paredes Vidaurre, Tobías Romero, Rodolfo Bocanegra, Absalón Herrera, Víctor Herrera Delgado, Emiliano Gálvez Delgado, Manuel Camcho Herrera, Miguel y Róger Paredes Bocanegra, Godofredo Portocarrero, José Segura Tapia, Fernán Tenorio Asurza, Eduardo Lizárraga, Octavio y Ernesto Cieza Tongo, Alejandro y Jorge Linares Terrones, Favio Camacho Herrera, Román Oblitas Gálvez. En el coro femenino: Gliceria Gálvez Olano, Fany Tenorio, Lucha Vilchez, Elita y Raquel Cardoso Bustamante, Georgina, Nela, Carmela y Laura Oblitas Gálvez, Blanca Linares Terrones, Elva Bocanegra Gálvez, Ruth Camacho, Adelaida Sánchez, etc. Los Santos Varones: Sebastián Aguirre, Mercedes, Róger Hernán y Demóstenes, Paredes, Juan y Roberto Ríos, Emiliano y Juan Peralta, Enrique Zevallos, Fiacro y Víctor Quinano, Segundo Gaona, Bernabé García, José Fernández, Aurelio Chamaya, Esteban Gonzáles, Alberto Loayza, Antonio y Gilberto Cieza, Álvaro Gálvez, etc. Disciplinario: Práxedes Sánchez "El Ra".



Tal vez sea una utopía pensar que vuelvan aquellos tiempos, pero sólo podrían hacerlo tacabambinos íntegros que sepan aquilatar los valores y tradiciones de su pueblo, en especial, la fe religiosa tan venida a menos en estos últimos tiempos.
Sullana, Diciembre de 1960

“Tradición es la narración de hechos de padres a hijos”.
“La tradición es una herencia cultural que dejaron nuestros antepasados”.
“Un hombre que no acepta su cultura ni tradiciones no es digno de pisar el suelo donde nació”.

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