martes, 30 de julio de 2013

47. CASTIGADOR CASTIGADO

CASTIGADOR CASTIGADO

Próxima la Navidad papá Reynaldo confeccionaba todos los años el “Nacimiento”, Belén o Altar en la sala para que mamá Ofelia invitando a sus familiares y amistades celebre las “Novenas del Niño” y la “Noche Buena”.
La representación del paisaje, como de costumbre no es el oriundo del Oriente Medio, mas bien, se representa un lugar serrano del Perú, como el nuestro, con cerros, cuevas, caminos, chacras, casas, poblados, personajes y animales. Lo único originario era el Sagrado Misterio y los Tres reyes.


En una esquina de la sala, disponía progresivamente en alto y de diferentes tamaños sólidos cajones en los que llegaban las mercaderías a la tienda, los mismos que como armazón, daban formas geográficas, porque eran recubiertos por crudos encerados que eran pintados con colores de la naturaleza. Como adornos característicos locales las shapras, tuyos, musgos, ramas de laurel y flores o botones achupallas que se traen de los cerros Agomarca o del Potrerillo.

Era el calendario de 1940, Luchito el primogénito de casa de un año de edad había desaparecido de la sala donde se encontraba entretenido, y por varios minutos lo habían buscado por toda la casa y aún en la calle y casas vecinas. Cuando notó la gran preocupación de mamá, recién balbuceaba la sílaba ma desde tras del pesebre en lo alto del nacimiento.
Después, yo, su hermanito menor, de cuatro años, inquieto y curioso sobretodo, aprovechando que mamá estaba entretenida en sus costuras en la tienda, tramontaba la reja y subía por el Nacimiento en pos de los juguetes, pese a su terminante prohibición, pero al descubrirme y bajarme del altar, enojada me decía que “El Niño Dios me va ha castigar”, y lo repetía cada vez que desobedecía.

Momentos después en los correteos por la casa o por el patio, sufrí una aparatosa caída sin consecuencias felizmente, pero allí estaba mamá diciéndome “Ya ves, te castigó el Niño, te castigó el Niño Dios”.

Después del llanto y los pucheros, parece que todo terminó, pero no fue realmente así.
Por la tarde, cuando la dueña oraba al anochecer, sorprendida echó de menos a la imagen del Niño Dios, preguntó a todos los de la casa, inclusive yo, nadie sabía nada del “Castigador”.

Pero al ver el llanto de mamá y la confusión que reinaba en casa, acercándome a ella le dije: Mamá, yo sé donde está el Niño, y conduciéndola a la cuadra o dormitorio le señalé un cajón grande y vacío sobre el cual descansaba un baúl.


Presurosa buscó explicarse ella misma cómo pudo ser. La abertura posterior del cajón era pequeña, la altura de esta abertura hasta el fondo era mucho mayor que el doble de mi brazo. Seguramente que la escultura del Niño ya estaba hecha añicos. La preocupación ya era asunto familiar, mamá seguía sollozando.

Retiraron el baúl, también desclavaron una tabla del cajón, y el Niño en el fondo estaba felizmente intacto.

¿Por qué has hecho eso Chachí? (así me llamaban) - ¿y para qué me ha castiga pué? - Había sido mi respuesta.

Todo no pasó de ser un gran susto, los pequeños también tienen sus razones, los adultos mayormente. En Navidad el Niño Dios pasó de CASTIGADOR A CASTIGADO por algunas horas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario