miércoles, 17 de abril de 2013

99. CIPRIANO REQUEJO TERRONES (El Bandolerismo Sec. 1)


105.-

REVOLUCIÓN DE OSORES

Arturo Osores Cabrera, (Chota, 10 de enero de 1868 - Lima, 1 de abril de 1936). 

Abogado, profesor y político, miembro prominente del Partido Constitucional o cacerista, tuvo una participación importante en el golpe militar contra el gobierno de Billinghurst en 1914 y fue ministro de Gobierno y Policía en la Junta Militar presidida por Óscar R. Benavides. Luego fue ministro de Justicia, Culto e Instrucción del gobierno de Augusto B. Leguía inaugurado en 1919, régimen contra el que después conspiró organizando con el coronel Samuel del Alcázar la revolución de Chota de 1924. 


Tacabamba no participó directamente, tan sólo con la actitud de desacato al gobierno por parte del grupo dominante de los Mejía en abierta oposición a los Villacorta que eran partidarios de Leguía.

Al saberse que las fuerzas rebeldes tomaron Chota, en Tacabamba los Mejía permitieron que la familia Gálvez y a don Artemio Delgado que tomaran el control de los cargos públicos en la ciudad, todo lo que duró muy poco tiempo por el fracaso de la revolución. Cabe señalar que la esposa de Arturo Osores, la señora Filomena Gálvez Díaz fue tacabambina y sufrió encarcelación junto a su esposo e hijos en la isla de San Lorenzo por el lapso de seis años, pasando luego al destierro. Vuelto al Perú en 1930, postuló a la presidencia en las elecciones generales de 1931, sin éxito. En estas elecciones la familia Herrera Delgado de Tacabamba perdió una considerable suma de dinero puesto que en Lima José Mercedes, el hermano mayor, había invertido todo el capital familiar en gastos de propaganda. Luego del fracaso político Osores se dedicó a su oficio de abogado, hasta su fallecimiento en 1936.

En 1933, cuando la fallida Revolución de Jiménez contra el gobierno de Luis Sánchez Cerro, los líderes apristas del levantamiento en Cajamarca Dr. Luis Benjamín Gálvez Tafur y Carlos Malpica Rivarola eran perseguidos por todo el país y se refugiaron una temporada en Tacabamba tanto en las casas de los Gálvez como en la hacienda de Cumpampa y estancia el Cardón. La policía al mando de Nemesio Alvarado Gárate y Albino Herrera Villón los buscaban implacablemente. Después, el Dr. Luis Benjamín Gálvez fue capturado cerca de Trujillo junto con el Teniente Héctor Saldaña y ambos fueron fusilados en Chan Chán el 11 de Abril de 1933 junto a otros tres implicados.


El alcalde Lizardo Zevallos Cruzalegui hizo capturar con la policía a don Augusto Orlandini y a los hermanos José Isidoro, Héctor y Emiliano Gálvez siendo conducidos a la ciudad de Chota, pero después de largas gestiones fueron liberados.




104.-


VALENTÍA : LOS MEJÍA    

 (Bandolerismo - sección 5)

Don Alfredo Mejía, cabeza de una notable familia tacabambina afincada en La Banda de Luzcapampa frente a la ciudad, destacaba por su trabajo agrícola y afición por la pirotecnia (1881 - 1925).

Acosado por litigios de linderos de sus tierras tuvo que soportar las presiones de los Villacorta, hacendados de Chetilla y Lascán con el trasfondo eminentemente político, pues mientras los primeros eran partidarios de Leguía, los Mejía eran simpatizantes de la revolución de Osores.

Con sus hijos: Artidoro, Dina, Mabila, Aurelio Primero, Salomón, Alfredo, y Aurelio Segundo eran un baluarte de intrepidez, valentía e inteligencia. Les tocó vivir la peor época socio – política de nuestro pueblo, al extremo de caer en la vorágine forzada del bandolerismo.


Familia Mejía (Tacabamba)

Tras muchas provocaciones, roces y refriegas se ubicaron firmes y precavidos frente a sus adversarios los “chetillanos”, de modo que cuando éstos decidieron atacarlos por sorpresa, rodeando su casa una madrugada de 1918, no solamente supieron defenderse, sino que les causaron muchas bajas. 24 horas de combate ante la impertérrita e indiferente contemplación del poblado vecino, cuatro valientes defensores bien apertrechados en su vivienda, contra 60 “cholos” armados de carabinas por sus patrones, que disparaban desde sus escondites sin poder acercarse, porque los que lo hicieron sucumbieron ante la puntería de Alfredo (padre), Artidoro, Dina y Mabila. Los demás de la familia, incluyendo los menores, cargaban y alcanzaban las armas. El octavo atacante muerto fue el que llegó a la casa protegido por el nutrido fuego chetillano, pero antes de prender las dinamitas que pudo colocar en las paredes, un súbito salir y entrar de medio cuerpo por una de las ventanas del segundo piso Artidoro pudo dar cuenta del intruso volándole los sesos con un solo disparo de su winchester.

Mientras tanto llegaron de Chota, avisados con propio (mensajero) por algún vecino de la ciudad, pues autoridades no habían, y traídos por los hacendados, el subprefecto y los gendarmes que presurosos, en vez de capturar a los agresores, exigieron la rendición de los Mejía que se negaban a abdicar. Entonces el recurso fue la tregua, luego el diálogo y finalmente la entrega previo ofrecimiento de las debidas garantías. Sin embargo, en cuanto don Alfredo y su hijo Artidoro salieron de su casa, no hubo pacto que valga ni se dieron las garantías necesarias, fueron hechos prisioneros, castigados severamente y conducidos a la hacienda de Lascán, en cuyo trayecto fueron obligados a cargar los muertos. Al llegar los colgaron en el cepo (aparato de madera para castigos). Al tercer día los condujeron a la cárcel de Chota y posteriormente a la de Cajamarca.

No cumplieron un año de prisión, pues lograron escapar arrojando a los ojos de los custodios un polvo especial preparado por ellos mismos a base de cal y ají, ayudados por una densa humareda que provocaron simultáneamente con la pirotecnia que practicaban y bajo un plan bien concebido con apoyo exterior para no ser recapturados . con ellos escaparon muchísimos presos comunes.

Algunos años tuvieron que vivir bajo el acecho y persecución, por lo que tuvieron que protagonizar acciones violentas no sólo en su defensa, sino también en el ataque.

Un día de aquellos que parecía muy tranquilo se produjo un grave incidente. Un grupo de sus enemigos había logrado escabullirse muy cerca de la chacra donde trabajaba don Alfredo Mejía y cuando le dispararon ya no tuvo tiempo de empuñar su carabina, cayó asesinado, pero no pudieron llevarse su cabeza, como lo intentaban, porque Dina y Mabila se ubicaron estratégicamente a los lados de la chacra y repelieron el ataque (posteriormente Dina mostraba a sus amigas su falda agujereada por las balas) . Artidoro que oyendo los nutridos disparos desde la ciudad, sólo tardó diez minutos en encontrarse en el campo de batalla, porque su yegua mora que cabalgaba no corría, sino volaba por sobre las pircas, cercas y el Río Grande. La gente armada de los Mejía también se iban integrando desde diferentes puntos; sin embargo el fuego copioso de ambos bandos no permitía que retiren el cadáver. Desde la ciudad llegó la señora Martina Peralta de Tenorio y con una bandera blanca y dos ayudantes se introdujo en la chacra logrando trasladar al muerto a su casa, tras lo cual la batalla tomó caracteres decisivos, los atacantes fugaban en diferentes direcciones, pero Artidoro y su gente ya perseguía a los principales que se parapetaron en una casa abandonada en Pusanga, donde tras un fuerte acoso consiguieron dinamitarla y capturar a cuatro responsables. Conducidos a la plaza de armas de Tacabamba fueron amarrados a los postes centrales en los que colgaban los faroles por las noches. 

Artidoro Mejía Cubas reunió a las personas notables del lugar para que escuchen y escriban las declaraciones que comprometían a los hacendados de Chetilla y Lascán. El boticario don Juan Bocanegra recibió la orden de proporcionar una lata de alcohol para quemar vivos a los prisioneros, pero la intervención de la señora Grimanesa Delgado Reátegui y un grupo de sus amigas logró calmar los ánimos y evitar la pira humana. La muchedumbre de bandoleros que asistía se apoderó de los presos y conduciéndolos a la casa abandonada de la familia Paredes (hoy Jr. Cuzco Nº 209) fueron pasados por las dagas de los furibundos. Se produjeron escenas innarrables.

Desde que se produjo este episodio de bandalaje en que mataron a don Alfredo, los Mejía y sus secuaces se apoderaron de Tacabamba “campo y pueblo” e impusieron un rigor extremo contra los chetillanos y otros grupos antagónicos. Artidoro era el Alcalde, Gobernador, Juez de Paz y jefe absoluto por algunos años. Su política era propia y nada tenía que hacer con las órdenes y disposiciones de Chota y Cajamarca.

Con el objeto de tender una trampa a don Wenceslao Villacorta Vigil secuestraron a una hermosa dama relacionada con él en el barrio El Puquio, sin embargo no consiguieron atraparlo, antes bien, don Uva pudo recuperar a su hija una pequeña niña que llevó a su hogar en Chetilla (con el transcurrir de los años llegó a ser notable Alcaldesa de Chota: Edelmira Villacorta Herrera de Tiravanti).


Homero Segura Corcuera y Lizardo Segura Cabrera

Los principales grupos de apoyo de los Mejía eran los Tirado y los Soto en Chugmar, Homero Segura Corcuera y su gente en la ciudad, Los Tarrillo en Peña Blanca y Pusanga. Políticamente lo apoyaban los Gálvez de la ciudad y de Cumpampa.

Entre los grupos contrarios a los Mejía estaban los Paredes que desaparecieron algunos años de la ciudad, los Sánchez de las Tunas, los Muñoz de Ayaque, los Llatas de las Tunas y la Laguna y los Tantaleán de la Palma y Cardón.

El expansionismo territorial de las haciendas afectaban a los colindantes, especialmente si eran campesinos modestos. Uno de los casos era el de Poro Poro en que los pequeños propietarios eran desalojados por compra forzada, invasión de linderos y desalojos por “la justicia”. Los Tarrillo perdían sus terrenos a favor de la hacienda Conchud de propiedad de don Reynaldo Latorre Lozano, motivo por el cual deciden hacerse justicia por sus propias manos eliminando a dicho hacendado. Un día cuando Latorre viajaba de su fundo a la ciudad de Chota, escoltado y resguardado por 40 de sus “cholos” bien armados, a la mitad del camino lo esperaban en un lugar estratégico, a 200 metros de una curva en la espesura del bosque estaban apostados dos franco tiradores : Florencio Tirado y Artidoro Mejía, y en la cumbre de este cerro un grupo de bandoleros. Al aparecer la comitiva viajera los dos apuntan al jinete de blanco puro en brioso corcel, disparan a un mismo tiempo y don Reynaldo cayó pesadamente, herido de gravedad en el vientre. Simultáneamente los bandoleros abren fuego en la parte alta para distraer a la gente del patrón que empezaron a perseguirlos a distancia, mientras los dos ejecutores bajaban tranquilamente y se retiraban por la quebrada. Regresado a su Casa Hacienda de Conchud don Reynaldo Latorre y su esposa Clementina Castro ordenaron una lavativa y al salirle abundante sangre por el curso, dispusieron sus principales asuntos y el terrateniente esperó la muerte que llegó después de tres horas. Era el año de 1921.

Muchos fueron los actos vandálicos que se producían especialmente los días domingos y en las fiestas y sólo a partir de 1928, después de terminada la Revolución de Arturo Osores Cabrera, Leguía envió a los pueblos de la serranía norte del país a las fuerzas policiales que lograron terminar con tan nefasta época del más fuerte.

Aurelio Mejía Primero murió accidentalmente en su causa a causa de un disparo y Aurelio Mejía Segundo creció “rebelde con causa”. Abrazó la doctrina del APRA original, cuando era un partido joven, sano y revolucionario. Se hizo cargo de una misión especial atentando contra el Presidente Manuel Prado y Ugarteche que había anunciado su visita a la ciudad de Cajamarca en 1943. Posiblemente Aurelio Mejía participaba de estos planes, cosa que nunca se probó. Aún se recuerda los cargamentos de cebo de res que llevaba en acémilas desde Tacabamba hasta Cajamarca, lo que había podido servir para el minado con explosivos del campo de aterrizaje.

Cuando todo estaba dispuesto para la recepción, el avión presidencial se divisó sobre el cerro Gavilán, las autoridades, estudiantes, el pueblo, civiles y militares, todos estaban sobre el campo minado. Diez minutos más y todo hubiera sido la mayor catástrofe nacional a esa fecha, a no ser por un acto casual en que un barredor limpiaba con palana y escoba el piso por donde pasó la caballería, la herramienta enredó en unos cordones que al ser levantados descubrieron una gran red de conexiones que inmediatamente fueron retiradas.


Aurelio y Artidoro Mejía Cubas - 1940

No pasó nada, pero el escándalo fue incontenible y las consecuencias funestas, porque se dispuso una gran cacería contra los posibles responsables del partido aprista. Aurelio Mejía era perseguido sin dilaciones por todo el país, pero su captura se hacía infructuosa porque sabía escapar y burlar a sus captores y al mejor cuerpo de inteligencia de aquel entonces. Muchas veces pasó desapercibido disfrazado de hermosa y elegante dama. Su hermano mayor Artidoro fue hecho prisionero en Tacabamba e internado en la isla del Frontón. Finalmente Aurelio fue capturado en Ayacucho, cuando totalmente desfigurado trabajaba como barredor en la Municipalidad, también fue llevado inmediatamente al Frontón (isla cárcel frente al Callao).

Cuando asumió la Presidencia de la República el Dr. Luis Bustamante y Ribero en 1945 dio la ley de amnistía a los presos políticos y entre ellos los hermanos Mejía obtuvieron su libertad.

Con los rostros pálidos y enjutos, con copiosas y luengas barbas, pero con los corazones rebosantes de altivez y rebeldía viajaron a Bambamarca donde se quedó Artidoro formando después una nueva familia. Aurelio pasó a Tacabamba donde fijó su residencia. Entre sus mejores amigos estaba Reynaldo S. Bocanegra sin haber nexo político, con quien conversaba largas horas con frecuencia. Su vida era una epopeya de aventuras y acciones políticas que sólo pueden imaginarse propias de hombres superiores.

Aurelio Mejía Cubas es el único mortal que sabía cuándo, dónde y cómo tenía que morir, y esto, porque decía, que en las mazmorras fue inyectado en la columna vertebral por especialistas alemanes al servicio del gobierno y que no tenían reparo de anunciarle sus consecuencias. Decía además que les consultó si podía casarse y tener hijos, lo que sí le fue autorizado. Por eso, buscó y consiguió lo mejor de nuestra tierra en aquel tiempo, contrajo matrimonio con una hermosa dama de la familia Paredes que otrora había sido antagónica a la suya, tuvo dos vástagos y murió en su ley y conocimiento el 3 de abril de 1952. Hoy es sólo un recuerdo de lo que fue y pudo ser, un hombre espectacular y revolucionario de expectativa. Su historia es parte de la de su pueblo.

Don Artidoro Mejía Cubas tras su excarcelación vivió apaciblemente en Bambamarca, luego en su Tacabamba, donde dejó entre otros recuerdos el Bosque de Eucaliptos de Cumpampa, finalmente por motivos familiares viajó a Lima donde fallece el 4 de Agosto de 1973. Con su muerte todas y cada una de las páginas borrascosas de su vida quedaron selladas para siempre, esculpiendo el temple tacabambino en la escultura de su osario perenne. Sus terrenos de La Banda florecen y dan frutos que prestigian al lugar, al compás de sus recuerdos y con el tesón de su hijo Zacarías y sucesores. En estos terrenos hoy se levanta impetuoso el Coso Taurino Tacabamba.

1.03.-

LOS SÁNCHEZ Y LOS LLATAS

 (Bandoledismo – sección 4)

Los bandoleros Sánchez reinaban en Las Tunas, estancia cercana a la ciudad, vía Cutervo. Los principales eran los hermanos Nazario, Guillermo y Santos, apoyados por los Muñoz de Ayaque.

Los Llatas eran temibles por su crueldad, bandoleros que vivían en La Laguna y en Ayaque. El jefe era Eulogio que por cada muerte que hacía colocaba una raya o señal en su carabina, la que ya no tenía donde ser marcada. Lo secundaban sus hermanos Toribio Grande, Toribio Chico e Isabel, además sus sobrinos Leandro, Hilario y Pablo.


Por motivos que se desconocen, pero que no pueden ser otros que la política, los linderos y las represalias, los Sánchez asaltan, capturan y secuestran a don Lizardo Zevallos Cruzalegui, hombre notable de la ciudad, Gobernador y Alcalde en diferentes oportunidades, en circunstancias en que viajaba a Chiclayo. Se dice que lo llevaron y ocultaron por las campiñas de Conchán.

Al cundir la noticia, Artidoro Mejía y sus hombres de armas van a combatir a los Sánchez en La Tunas, en cuyo enfrentamiento resultaron muertos dos bandoleros, uno del grupo de los Muñoz que estaban de lado de los Sánchez y el otro de los Mejía. Cayó herido el joven Fiacro Quijano Ceballos cuando trató de recoger la carabina del segundo de los muertos mencionados. Tomo parte activa a favor de su suegro Lizardo, don Rodolfo Bocanegra Loayza.

Eulogio Llatas también cometía sus crímenes “a sangre fría” con estoque y “en refriegas” con machete, especialmente los días domingos. Uno de aquellos rutinarios, con sabor a coca, pólvora y sangre, aguardiente, lágrimas y cal; se batía a duelo, cuerpo a cuerpo y a machetazo limpio con otro temible criminal llamado Lauriano Vásquez, en plaza pública y ante el estupor y griterío de numerosa concurrencia. Lauriano se pegaba al cuerpo de Eulogio neutralizándole los golpes de machete, se veían choques de las

filudas armas de primer tamaño, amenazantes roces en los empedrados que sacaban chispas y el sonido claro y prolongado daba la certeza de ser legítimos fierros acerados. Al fin cayó derribado “el facineroso” y recibió algunos machetazos en el suelo de parte de su contrincante Vásquez, pero amortiguados por los quites, choques y pataleos; momentos en que llegaron los tres restantes Llatas, ante lo cual Lauriano escapa perseguido a toda carrera por sus enemigos.

Mientras tanto también llegó a la plaza uno de los hombres fuertes de los Mejía. el famoso Carmen Tirado, rastrilló las cinco veces su Smit Wesson 38 encañonando al herido que ya era llevado por su gente. Ningún tiro disparó y Eulogio se salvó. Minutos después en los comentarios Carmen Tirado probó su revolver al aire y los cinco tiros dispararon. Qué rareza, decían, ha hecho un milagro “el facineroso”.

No pasó mucho tiempo y Eulogio Llatas fue emboscado y muerto por los Sánchez en el trayecto de Ayaque a las Tunas. Santos le atravesó el pecho de un balazo y cuando intentaba escapar así herido fue acribillado a puñaladas por Guillermo y Nazario.


Familia Zevallos Quijano - 1930

Norvil Alejandro Zevallos llegó desde Chongoyape con diez soldados del ejército llamados los “Oques” para rescatar a su padre don Lizardo, pero ya había sido liberado, sin embargo lograron capturar a Guillermo Sánchez, lo obligaron a excavar su sepultura, lo fusilaron y enterraron en el acto.

A poco, Nazario Sánchez fue muerto por Eulalio Tapia, era el año 1928.

Mario era un humilde peón de la estancia de Cardón que trabajaba en muchas casas de la ciudad. Un domingo de aquellos fue confundido por los bandoleros y lo asesinaron. El pueblo quedó muy conmovido y conserva su recuerdo hasta hoy y lo que es más, venera su calavera y reconocen los milagros del “Alma de Mario”.

Otro día, Presentación Tantaleán, famoso bandolero cuyos dominios estaba en La Palma, Chaccha y Cardón tuvo urgencia de bajar a la plaza de la ciudad y lo hizo sin protección de sus guardaespaldas, ni siquiera de “Grano de Oro” su excelente tirador un moreno costeño especialmente contratado en aquella nefasta época del bandolerismo. Avisado de esto Artidoro Mejía Cubas jefe de los bandoleros de La Banda, Luzcapampa, Pusanga y la ciudad, dispuso que Homero Segura Corcuera le saliera al paso, pero aquel escapaba por la esquina estrecha del Jr. Olaya. Cuando Homero estaba en la esquina encarando su carabina, Presentación saltaba la barda que a una cuadra daba a las invernas. Disparó y mandó traer el cadáver, pero no estaba, las huellas de sangre llegaban a la quebrada, aguas abajo hasta la toma del Puquio, donde desaparecieron. Había seguido el curso del agua hasta los puquiales del Carricillo de donde pudo escapar por el cerro de las Tres Cruces. Solamente había perdido los testículos. Durante muchos años despertaba los más variados comentarios.


(Homero Segura C  y  Artidoro Mejía C.)

Moraba en Ayaque un armero de renombre, desde muy lejos le traían armas de fuego para su reparación. Era don Rodolfo Pardo Herrera. Nadie atentaba contra él porque todos los bandoleros lo necesitaban. Atendía a los grupos y clientes disponiendo turnos en diferentes fechas, tanto para dejar, como para sacar sus armas, con la finalidad de que no se encuentren entre enemigos y se maten en o cerca de su casa.

Durante el gobierno nacional de Augustro B. Leguía, se envió a todos los pueblos del norte la Policía o Guardias Civiles a los que llamaban Guaylulos por los colores de su uniforme. Tuvieron una ardua labor para desintegrar el bandolerismo requisando el armamento. En tacabamba la Policía estaba al mando del sargentro Rimachi que tuvo que actuar con mano dura. Las armas eran llevadas por cargas en acémilas vía Chota. El bandolerismo quedó develado además por los continuos terremotos entre 1928 y 1930 que hacían creer en un castigo divino.



102.-


GRINGO ORLANDINI

 (Bandolerismo - sección 3)

A mediados del siglo pasado llegó a Tacabamba un emigrante italiano llamado José Orlandini que dejó secuela de laboriosidad en su época, a la vez que era partícipe de todas las inquietudes y avatares de este pueblo, pero disfrutó de la hospitalidad y amistad sin límites.

Regresó a su patria en los años 80 dejando un hijo llamado cariñosamente “El Gringo” por sus facciones sajonas heredadas. Su nombre ANTONIO ORLANDINI OBLITAS, su madre la honorable dama tacabambina doña Juana Oblitas Romite.


Joven distinguido, ciudadano digno, hombre de bien, competente autoridad y benefactor de su pueblo. Tenía algo más de dos hermosos jardines de bellezas femeninas, sus hijas dieron renombre y fama a Tacabamba, hasta donde acudían apuestos galanes de otros lugares para admirarlas y si tenían suerte y merecimientos se casaban con ellas.

La familia Orlandini Olano cuya matrona la señora Celinda Olano León, estaba integrada por nueve hijos: Felícitas, Victoria, Clemencia, Juana, Isabel, Celinda, Lucila, José y Antonio.

En la familia Orlandini Latorre junto a si madre la señóra M. Edelfrida Latorre, se podían contar sus vástagos: Rosa, Angélica, Rita, María Elena, Antonio, Blanca y Emilia.

También responden a esta noble estirpe sus hijos Augusto Orlandini Ríos y Antonio Orlandini Jibaja.

Toda esta gama de bellezas y valores llegó a distribuirse por todo el país, en especial en Cajamarca, Chiclayo y Lima. Su descendencia destaca nacional e internacionalmente, para muestra sólo mencionaremos a Javier Alva Orlandini, a Víctor Camacho Orlandini, Vìctor Gasco Orlandini, etc; por lo tanto Tacabamba se siente orgullosa, grata y esperanzada. 

Don Antonio A. Orlandini Oblitas fue Alcalde de 1905 a 1910 y de 1912 a 1915. Brillaba como un sol y destacaba su figura en medio de las fainas (faenas) que son trabajos comunales voluntarios abriendo y ensanchando caminos, empedrado de calles y caminos. Al nivelar la plaza de armas quedó al lado de la iglesia un “poyo” al que reforzó con grandes piedras y argamasa, hoy es el característico Atrio Ramón Castilla.

También niveló el terreno de tras de la Casa Consistorial convirtiéndolo en el primer mercado. Amuralló y colocó el portón del patio de recreo de la Escuela Nº 63 que después dieran por nombre Canchón Heriberto Bocanegra Montenegra y que hoy es el Coliseo Municipal.

Trajo de Chota un hábil artesano en tallar piedra azul, don Vicente Gonzáles que se afincó en Corillama y que tuvo a su cargo los trabajos de embellecimiento del parque, confeccionando las piezas, tazas y columnas de la pila, las banquillas y pisos del jardín central, todo en piedra que eran labradas en las Tres Cruces. Esta obra fue terminada por el Alcalde don Lizardo Zevallos Cruzalegui.


(Faeneros abriendo caminos)

Como “Nadie es profeta en su tierra” no faltaron los anticuerpos y resentidos, aún más las divergencias políticas y hasta las personales que al abrigo del bandolerismo condujeron al asesinato de don Antonio en un cruento atentado por la espalda.

La noche del 9 de enero de 1915, cuando en su casa (hoy Jr. Lima 455) conversaba con Moisés Tantaleán a quien debería encargar la Alcaldía para viajar a Lima, le tendieron una celada los hermanos Carlos y Artidoro Paredes que escondidos en la casa de en frente y contando con el apoyo de Práxedes Montenegro (Ra Zigzaga a la Loma) que servía de campana y atemorizaba a los muchachos para que se guarden temprano y hacía cerrar las puertas de las casas de las familias, no dudaron en dispararle con fusil en momentos en que se paseaba en su sala y servía copitas de atención a la visita y se puso a tiro, hiriéndole mortalmente. Eran las 9 y 30 .

El pueblo mostró su repudio a los criminales, se desató el conflicto entre Paredes y Mejía los que por muchos años los expulsaron de Tacabamba. El sepelio fue multitudinario de ciudad y campo. Muchos recuerdan que el féretro no cerraba totalmente debido a la robustez del muy llorado difunto que dejaba entrever su elegante terno azul eléctrico.

Si la justicia no consiguió castigar a los culpables lo hicieron los bandoleros que los persiguieron implacablemente. Sin embargo sus contrarios políticos algunas veces hacían circular panfletos con versos como el siguiente: “Las viudas que han quedado - del mayor municipal - montepío han reclamado - a don Celso Carbajal”. Esto porque don Antonio era político preclaro de don Celso N. Carbajal Linares, personaje clave y determinante en la provincia de Chota. 

Después de muchos años sus familiares que emigraron a Chiclayo acordaron llevar sus restos, lo que encomendaron a su hijo Augusto, quien fue objeto de adhesión y gratitud del pueblo y sus autoridades. Despidieron los despojos mortales de un eminente tacabambino que supo dar a su tierra no solamente su entusiasmo y trabajo, sino su vida misma. Su recuerdo y obras enriquecen nuestra historia y la notabilidad de su descendencia da mayor brillo y esperanzas a Tacabamba. En el Cementerio El Carmen de Chiclayo, cuartel San Avelino Nº 37 yacen sus restos y descansa en paz.



101.-


“EL MAESTRO” . SALOMÓN DÍAZ SÁNCHEZ

(Bandolerismo - sección 2)

Salomón Díaz Sánchez “Maestro” por antonomasia, supo dar su vocación docente, su labor instructiva y su vida por la educación de nuestro pueblo entre los años de 1904 y 1914.

Nació en la ciudad de Chota en 1881, hijo de Juan Díaz y Rosa Sánchez, hizo sus estudios primarios en la Escieña Nº 61 y secundarios en el Colegio Nacional San Juan de su lugar natal, donde disputaba los primeros puestos con el alumno tacabambino Manuel Jesús Bocanegra Montenegro que llegó a ser químico farmacéutico. D/espués viajó a Chiclayo donde estudió música y dibujo. Se diplomó como Preceptor de Segundo Grado.


Trabajó como profesor de dibujo lineal en el Colegio Nacional San Juan de Chota y luego como preceptor en las escuelas de Cabracancha, Chuyabamba, Chiguirip y Conchán. Finalmente como Director de la Escuela Fiscal Nº 610 de Tacabamba, que después fue el Centro Escolar Nº 63 y hoy la IE Nº 10446 de prominente historial centenario y prestigio sin precedentes.

Todos los que conocieron a Salomón Díaz coinciden en asegurar que fue un insigne maestro, de gran vocación, capacidad y entusiasmo que marcó historia en el campo educativo, aplicando sus conocimientos y habilidades pedagógicas. Lo han atestiguado así los profesores Eleví Vílchez, Heriberto Bocanegra Montenegro, los señores Gonzalo Vásquez Camacho, Héctor Gálvez Delgado, Mariluz Montenegro, etc, que fueron sus discípulos.

Escribía libros y textos dedicados a sus alumnos, en los cuales hacía participar a todos ellos en amenos diálogos con su profesor. La notabilidad que alcanzaron sus discípulos confirma su buena reputación.

Su labor trascendió a la comunidad, desarrollando campañas de alfabetización, salud, artes, oficios y participación comunal. Trabajaron a su lado los auxiliares Elcías Herrera y Lorenzo Murillo. Este último alcanzó notoriedad, posteriormente, por los rigores impuestos a sus alumnos, típico representante de la corriente antipedagógica de “La letra con sangre entra”.

En dos oportunidades Díaz se desempeñó como Alcalde, desgraciadamente le tocó vivir la peor época en que los pueblos de la región soportaban aquel nefasto fenómeno socio – político del bandolerismo en que afloraban los bajos instintos y los sentimientos más negativos de ciertos pobladores enmarcados en la “ley del más fuerte”.

El 20 de marzo de 1914 a las seis de la tarde salía de su escuela en dirección a su casa, cuando al voltear la esquina de la plaza e iniciar la calle Olaya, le llamaron enfáticamente por detrás y al volverse apaciblemente vio que era Nobiano Asurza que con un certero disparo de revólver le impacto en el corazón. Se derribó por la empinada calle dejando esparcidos los libros que portaba bajo el brazo, algunos quedaron abiertos cual mensaje de protesta ante la iniquidad y de sed de cultura del pueblo que tanto amó. Gonzalo Vásquez Camacho su ex alumno levantándolo en sus brazos lo condujo a su hogar (hoy Jr. Siete de Junio Nº 260).

Mientras tanto el victimario desapareció para siempre por temor a la justicia, a las represalias y lo que es más, por la vergüenza de haber inferido tan grande daño a su pueblo.


Tacabamba perdió un gran hombre, pero lo ha inmortalizado en el corazón de las generaciones. Una placa metálica brilla en el frontis de la Escuela que lleva su nombre y un cuadro grande con su fotografía sirve de orgullo de los estudiantes y guía ejemplar para los verdaderos maestros del lugar.



100.-

CIPRIANO REQUEJO TERRONES
EL BANDOLERISMO   (sección 1)

Tacabamba, como muchos pueblos del Perú ha tenido que pasar por etapas críticas de su historia. Una de ellas es la época del bandolerismo que causó estragos en la población, pues debido al desgobierno del país, a la política feudal, las injusticias y la ignorancia en que el pueblo estaba sumido, se produjeron enfrentamientos entre personas, familias y grupos de pobladores, ante la ausencia o no acatamiento de la ley, primando la del más fuerte. Podríamos comparar esta circunstancia a lo que hoy es el “terrorismo”, la “inseguridad ciudadana” , la “corrupción”, la “delincuencia común”, etc, con la secuencia de sus causas y consecuencias, víctimas y victimarios.


Bandolerismo es un compendio de acciones en las que se entremezclan la pérdida de valiosas vidas, el honor, la valentía, la defensa armada y los abusos, la política caudillista, la prepotencia, la maldad, la venganza, etc; pero en suma es parte de nuestra identidad histórica y tenemos que aceptarla aunque nos cause estupor o toque las fibras de nuestra estirpe. Considérmoslo como la respuesta de nuestro pueblo ante la adversidad y sobre todo como la superación de tal flagelo.

Un tacabambino de entonces, don José Dolores Vega, pudo infundir en su hijo el poeta Anaximandro Vega Mateola los conceptos, sentimientos y experiencias de este período nefasto de nuestra historia, por eso pudo legarnos “El Bandolero y su Poema” que a la letra dice:

Aurora de alcohol encendida a tiros, - hoguera crepitante, - ponche caliente de ciudades - tras un cierra puertas en desolación.

Porque este hombre que lleva al brazo los caminos, - como un poncho de listas, - ha bebido la sangre de todos los crepúsculos, - ha herido de luz todas las noches - al golpe de su daga - y ha quebrado vidas de hombres como ramas - si han estorbado en su camino.

Hoy bajo su mirada torva y honda - se aplastan las casas del poblacho, - igual que cuando están al pie de un cerro. - Pero él reventará sus alegrías - y se irá después, - como se va el río. - Estrujará los vientos con su caballo - para abrazar el alma de la montaña.

Arrojará por las quebradas su robusta canción - de plomo y pólvora - que hace parar el vuelo de los cóndores, - y luego, en las pampas, donde quiera, - se dormirá bajo el cielo - con su mujer más fiel: su carabina.

Él sabe que algún día, no le importa, - le dejarán como un huanchaco, - con el pecho rojo a puñaladas - y en sus labios muerto el sol. - Después, en su camisa, como en un mapa, - buscarán el ritmo de su vida.

Imprecisamente, fueron cuarenta años en que se produjeron enfrentamientos y crímenes de una manera más o menos frecuente entre 1885 y 1925, a lo que conocemos con la época del bandolerismo. Tacabamba perdió gran número de personas, trabajadores honestos y algunas de notoriedad por ser autoridades o se desempeñaban en cargos públicos. 

Narraré algunos de los casos que más sobresalieron entre tantos episodios. Los asesinatos de don Cipriano Requejo, de don Salomón Díaz y de don Antonio Orlandini, la familia Mejía, algunos de los grupos involucrados, etc.


DON CIPRIANO REQUEJO Y LOS “PACHECOS”

Cipriano Requejo fue un tacabambino notable, padre ejemplar, comerciante probo y como autoridad de su pueblo supo cumplir sus funciones entusiasta y dignamente. Se desempeñó como síndico del Concejo Municipal a partir de 1868, como gobernador en 1870, nuevamente como síndico en 1874, Teniente Alcalde en 1878. Un brillante Alcalde a partir de 1881 y finalmente Gobernador en 1886, ganándose por su proficua labor el aprecio de su distrito.

Sin embargo, con los primeros brotes del bandolerismo no faltaron las actitudes abusivas y prepotentes de los hermanos Lozano: Fernando, Alberto, Cipriano y Francisco, apodados “Los Pachecos” y su lugar de origen Anguía. Éstos obligaban a don Cipriano Requejo a pagarles cupos y la vez que se negó recibió como respuesta un certero balazo que le quitó la vida. Era el año de 1887, el autor Fernando Lozano que tuvo que huir al campo para no ser linchado por el vecindario. El occiso fue enterrado en una de las capillas del templo.


Familia Requejo - 1888

Desde Cajamarca su hijo Germán Requejo trajo una comisión de soldados y con la ayuda de algunos tacabambinos se constituyeron a la hacienda de Namoyoc donde al momento de escapar Fernando fue muerto. Amarrado sobre una mula chúcara su cadáver fue conducido a Tacabamba. Unas mujeres piadosas evitaron que sea quemado en plaza pública.

Albero Lozano famoso por su maldad y petulancia fue acribillado a balazos en la ciudad de Cutervo cuando montado en su caballo blanco entraba en las casas y se disponía a retornar a Tacabamba.

Una comisión de “chetillanos” se constituyó en persecución de Francisco y Cipriano Lozano a quienes sorprendieron en sus escondites de “Las Juntas” en Anguía. Después de matarlos llevaron sus cabezas a la hacienda de Chetilla no sin antes de acampar en la hacienda de Cumpampa donde festejaron e hicieron tiro al balnco con ellas.

Después de algunos años los restos mortales de don Cipriano Requejo fueron trasladados a Cajamarca por sus hijos y descendientes que son personalidades que destacan en el sector educativo.





3 comentarios:

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  2. buen día alguna información que tengan de anselmo diaz vargas de uticyacu-santa cruz, quien fue contrario de eleodoro benel...gracias

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  3. En el libro "La Rebelion Del Caudillo Andino - Eleodoro Benel Zuloeta" es dodne más se menciona al Cholo Anselmo:

    Era capitán -de pandilleros- el Cholo Anselmo Díaz.
    Los Díaz, bandidos uticyaquinos, destacaron como excelentes tiradores. En los combates politiqueros pueblerinos que empeñaban -cotizando sus servicios a tanto por día- los enemigos huían sólo al mirarles en actitud de tocarse las cabezas con grandes pañuelos bermejos estampados con figuras de toros y otros ornamentos. Era señal fija que caerían en la contienda “muchos venados con cabeza negra y poncho”, al decir de ellos mismos.

    El Anselmo se batía a campo raso, y se batía con diez, y a los diez los ponía en fuga, aullando, gesticulando, maldiciendo y renegando, también por paga.

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