CIPRIANO REQUEJO TERRONES
EL BANDOLERISMO (sección 1)
Tacabamba, como muchos pueblos del Perú ha tenido que pasar por etapas críticas de su historia. Una de ellas es la época del bandolerismo que causó estragos en la población, pues debido al desgobierno del país, a la política feudal, las injusticias y la ignorancia en que el pueblo estaba sumido, se produjeron enfrentamientos entre personas, familias y grupos de pobladores, ante la ausencia o no acatamiento de la ley, primando la del más fuerte. Podríamos comparar esta circunstancia a lo que hoy es el “terrorismo”, la “inseguridad ciudadana” , la “corrupción”, la “delincuencia común”, etc, con la secuencia de sus causas y consecuencias, víctimas y victimarios.
Bandolerismo es un compendio de acciones en las que se entremezclan la pérdida de valiosas vidas, el honor, la valentía, la defensa armada y los abusos, la política caudillista, la prepotencia, la maldad, la venganza, etc; pero en suma es parte de nuestra identidad histórica y tenemos que aceptarla aunque nos cause estupor o toque las fibras de nuestra estirpe. Considérmoslo como la respuesta de nuestro pueblo ante la adversidad y sobre todo como la superación de tal flagelo.
Un tacabambino de entonces, don José Dolores Vega, pudo infundir en su hijo el poeta Anaximandro Vega Mateola los conceptos, sentimientos y experiencias de este período nefasto de nuestra historia, por eso pudo legarnos “El Bandolero y su Poema” que a la letra dice:
Aurora de alcohol encendida a tiros, - hoguera crepitante, - ponche caliente de ciudades - tras un cierra puertas en desolación.
Porque este hombre que lleva al brazo los caminos, - como un poncho de listas, - ha bebido la sangre de todos los crepúsculos, - ha herido de luz todas las noches - al golpe de su daga - y ha quebrado vidas de hombres como ramas - si han estorbado en su camino.
Hoy bajo su mirada torva y honda - se aplastan las casas del poblacho, - igual que cuando están al pie de un cerro. - Pero él reventará sus alegrías - y se irá después, - como se va el río. - Estrujará los vientos con su caballo - para abrazar el alma de la montaña.
Arrojará por las quebradas su robusta canción - de plomo y pólvora - que hace parar el vuelo de los cóndores, - y luego, en las pampas, donde quiera, - se dormirá bajo el cielo - con su mujer más fiel: su carabina.
Él sabe que algún día, no le importa, - le dejarán como un huanchaco, - con el pecho rojo a puñaladas - y en sus labios muerto el sol. - Después, en su camisa, como en un mapa, - buscarán el ritmo de su vida.
Imprecisamente, fueron cuarenta años en que se produjeron enfrentamientos y crímenes de una manera más o menos frecuente entre 1885 y 1925, a lo que conocemos con la época del bandolerismo. Tacabamba perdió gran número de personas, trabajadores honestos y algunas de notoriedad por ser autoridades o se desempeñaban en cargos públicos.
Narraré algunos de los casos que más sobresalieron entre tantos episodios. Los asesinatos de don Cipriano Requejo, de don Salomón Díaz y de don Antonio Orlandini, la familia Mejía, algunos de los grupos involucrados, etc.
DON CIPRIANO REQUEJO Y LOS “PACHECOS”
Cipriano Requejo fue un tacabambino notable, padre ejemplar, comerciante probo y como autoridad de su pueblo supo cumplir sus funciones entusiasta y dignamente. Se desempeñó como síndico del Concejo Municipal a partir de 1868, como gobernador en 1870, nuevamente como síndico en 1874, Teniente Alcalde en 1878. Un brillante Alcalde a partir de 1881 y finalmente Gobernador en 1886, ganándose por su proficua labor el aprecio de su distrito.
Sin embargo, con los primeros brotes del bandolerismo no faltaron las actitudes abusivas y prepotentes de los hermanos Lozano: Fernando, Alberto, Cipriano y Francisco, apodados “Los Pachecos” y su lugar de origen Anguía. Éstos obligaban a don Cipriano Requejo a pagarles cupos y la vez que se negó recibió como respuesta un certero balazo que le quitó la vida. Era el año de 1887, el autor Fernando Lozano que tuvo que huir al campo para no ser linchado por el vecindario. El occiso fue enterrado en una de las capillas del templo.
Familia Requejo - 1888
Desde Cajamarca su hijo Germán Requejo trajo una comisión de soldados y con la ayuda de algunos tacabambinos se constituyeron a la hacienda de Namoyoc donde al momento de escapar Fernando fue muerto. Amarrado sobre una mula chúcara su cadáver fue conducido a Tacabamba. Unas mujeres piadosas evitaron que sea quemado en plaza pública.
Albero Lozano famoso por su maldad y petulancia fue acribillado a balazos en la ciudad de Cutervo cuando montado en su caballo blanco entraba en las casas y se disponía a retornar a Tacabamba.
Una comisión de “chetillanos” se constituyó en persecución de Francisco y Cipriano Lozano a quienes sorprendieron en sus escondites de “Las Juntas” en Anguía. Después de matarlos llevaron sus cabezas a la hacienda de Chetilla no sin antes de acampar en la hacienda de Cumpampa donde festejaron e hicieron tiro al balnco con ellas.
Después de algunos años los restos mortales de don Cipriano Requejo fueron trasladados a Cajamarca por sus hijos y descendientes que son personalidades que destacan en el sector educativo.
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