martes, 30 de julio de 2013

17. ARCA DE NOÉ

ARCA DE NOÉ

Tras una jornada tortuosa de quince horas de viaje desde Chiclayo a Chota, y más allá, por carreteras de diferentes texturas, que van desde la pista asfaltada, la afirmada en regulares y pésimas condiciones, hasta la trocha, Dominguito Cieza llegaba a su destino en su camioneta rural de antigua marca y año, adaptada con asientos para pasajeros, una herramienta y perspectiva de trabajo. Impaciente había preguntado por el lugar de destino en los últimos tramos y apaciblemente habían contestado con el peculiar “aquishito”, aún cuando llegaba al Kengo donde al doblar a la izquierda, frenó y exclamó: ¡TACABAMBA!., se ubicó a su derecha, bajó, y llevando la mano sobre los ojos cual visera contempló en lontananza y agregó:, ya estoy aquí...¡qué linda “la Sucursal del Cielo”!..


Llegó a ser partícipe de esa bella naturaleza, e ingresar en el corazón de los tacabambinos, porque con sus solícitos servicios de transportista, se ganó a través de varios años la simpatía general. Ruta y hora fijas: 5 AM – Tacabamba, Conchán, Chota, 3 PM viceversa.

Domingo y su camioneta que ostentaba el sugestivo nombre de “Arca de Noé” se hicieron muy populares, resaltando entre muchas cualidades: cortesía, amabilidad, parsimonia, puntualidad, lentitud en el viaje y por qué no, la amenidad con las conversaciones, cuentos y chistes de todos los colores y música para todos los gustos, especialmente las echadas al viento a puro pecho, como las rancheras de las que gustaba mucho el protagonista de esta nota; por todo lo cual gozaba de la preferencia, sobretodo entre los pasajeros que no llevaban prisa.

Una vez, en su rutinario viaje de regreso, tedioso para algunos pasajeros impacientes que de momento en momento miraban su reloj pulsera o que despertaban en un insalvable bache, trocaron su modorra cuando al pasar la parte media del trayecto en el lugar la Palma, notaron que Domingo aceleraba paulatina e inusualmente la marcha de su carro y empezaron a entusiasmarse, y al ver que diestramente tiraba del volante en las cerradas curvas de la vía que con notoria pendiente bajaba hacia Conchán, menudeaban los elogios: ¡ qué bien hombre!, ¡ dale, dale!, Dominguito ya se está componiendo, ¡qué buena caña!, etc, salvo el momento que intempestivamente se vieron frente a un camión cargado de papa, sobresaltados gritaron, pero ante la destreza del conductor que olímpicamente pudo evadir el choque, aplaudieron y continuaron entusiasmados, de bajada. Sin embargo notaron que Domingo había empalidecido y transpiraba, enmudecido forzadamente sonreía, algo malo sucedía. De pronto, en una parte llana, cuando el vehículo había disminuido un tanto su picada, notaron que tácticamente entraban en la cuneta acequia del costado del cerro y tras tremendo zamaqueo entre gritos , logró detenerse el “Arca de Noé”.

Domingo incorporándose y enjugando su frente decía. Calma que ya todo pasó. ¿Qué sucedió don Domingo? ¡Qué pasó, qué pisó!. Tremenda bajada y yo sin frenos. Efectivamente, habíanse vaciado el mecanismo que disminuía y paralizaba la marcha del bíblico carruaje y nadie reparó en los profundos abismos diluvianos. Los comentarios ese y muchos días se generalizaron y finalmente se diluyeron.


Una tarde, antes de caer la noche, un grupo de personas conversaban animadamente en una de las esquinas de la plaza, momentos en que hacía su ingreso el vehículo en referencia. Alguien acuciosamente preguntó el porqué aquel nombre de “Arca de Noé” y alguien más, sabiamente contestó: “fácil, veamos quienes bajan”, y efectivamente el primero en bajar: “el venao”, luego “el misho”, enseguida “la paloma”, “el chivo”, “el puma”, “el gallareta”; las risas ya eran incontenibles y seguían desfilando: “el canshul”, “los pollos”, “la minshula”, “el león de Chuaguit”, el “cuy frito”, “el cushillo”, “la güisha”, “el peje”, “la lucha”, “el mula”, “el berraco”, “el piojo”, “el gallo negro”, “la lagartija”, “el chancha loca”, “el buey ápice”, algunos “sapos” y algunas “lobas”, en fin, un ejemplar o dos de cada especie en este “Diluvio Distrital” de todos los días. El Arca se encarga de transportarlos y Dominguito es el patriarca tacabambino.

Sin embargo, no hay bien que dure cien años, ni amor que no tenga fin, el combustible diario que hacían tomar los amigotes al chofer antes y durante el viaje de regreso, hacía sus efectos, varios fueron los casis y dos o tres los accidentes, que dieron por convertir en insalvable el diluvio y terminar con el arca en el fondo de un abismo.
Ni la Virgen del Sauce pudo salvar a su devoto, quien abandonó la ruta para siempre y hoy es solamente un recuerdo grato, una añoranza de los tiempos que pasan y pasan inexorablemente. Tacabamba sigue tendida en la loma de su valle, como un viejo que se muere, los “malévolos” que la engañan y sus hijos ingratos que la olvidan son su triste compañía. ¡Qué será de mi pueblo, qué será!.

Será lo que tiene que ser: una ciudad progresista, el distrito más importante de Chota, tal vez una nueva provincia, el corazón de la Región Cajamarca y un hito en el desarrollo y prestigio de la Patria.
Augusto Bocanegra Gálvez - 1983 

bocanegraaugusto@hotmail.es

“Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene”. (Baltazar Gracián) 

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