miércoles, 31 de julio de 2013

83. TACABAMBA E IQUITOS



TACABAMBA E IQUITOS

No cabe duda que Tacabamba fue hasta finales del siglo XIX un pueblo importante en la serranía norte del país, no solamente por sus raíces históricas, sino también por la presencia de familias de linaje español, su producción y comercio. Llegó a convertirse en un puerto terrestre por el que transitaba el oro, el café, el cacao y variadas mercancías desde la costa a la selva, Chiclayo – Tacabamba - Iquitos y viceversa. No existía la ruta de Jaén y otros pueblos en el Nor Oriente, como lo es en la actualidad. Recordemos el primer proyecto de carretera de penetración elaborado por el Ing. Eleuterio Sánchez Lozano : Chiclayo, Chota, Amazonas, años 1890.


Águeda Circunsición de las Nieves Reátegui del Águila, con su hermano Emiliano y su jibarita Sofía . 1907.

La penosa travesía se hacía durante un mes en acémilas, senderos de a pie en algunos lugares muy difíciles y en pequeñas o medianas embarcaciones.

Hasta hoy, en las casas antiguas que resisten el paso de los años, existen en los umbrales de las puertas de las tiendas o zaguanes, un gancho de fierro prendido, en el cual precisamente se suspendían las balanzas de barra o las romanas para pesar los cargamentos.

Las principales familias que estaban involucradas en los viajes y la actividad comercial fueron los Cotrina, Delgado, Oblitas, Córdova, Gálvez, Villegas, Olano, Requejo, Portocarrero, Sánchez, Paredes, Lozano, Guerrero, Montenegro, Pardo, etc.

Los viajes eran verdaderas odiseas, llenas de aventuras y peligros que bien sabían sortear, lo cual sin duda daba también halagüeñas recompensas.

Un grupo de amigos viajeros entre los que destacaban don Teofisto Delgado, don Carlos Gálvez, don Olegario López, etc contaban con la compañía de un Chiclayano, hermano de don Nicolás Cuglievan, el cual por alguna razón prefirió quedarse en un lugar de nativos aguarunas cerca de Iquitos, muy acostumbrado ya, pues habían transcurrido muchos años. Cuando sus amigos tacabambinos estaban en Chiclayo, daban noticias a los Cuglievan de su familiar que se quedó en la selva y por más mensajes o recados que llevaban, el susodicho no regresaba. Sólo lo hizo después de cuarenta años, fue muy bien recibido en Chilcayo, pues su familia era ya una de las más notables. Rehusó a disfrutar de las comodidades de la ciudad, se comportaba según las costumbres aguarunas en su alimento, ropa y cama. Hasta que fastidiado regresó a su hábitat en la selva de donde ya nunca más salió.

Carlos y Olegario pese a su avanzada edad, mostraban orgullosos su buena dentadura y decían que cuando llegaron por primera vez a la selva de Iquitos y entraron en relación con los jíbaros, éstos, en ceremonia especial junto con muchos jóvenes nativos, los curaron para que nunca se piquen o careen sus piezas dentales, haciéndolos masticar por algunas horas unas hojas calientes asadas al fuego.

Teofisto, galán tacabambino consiguió el sí de una dama en Iquitos la señorita ÁGUEDA CIRCUNSICIÓN DE LAS NIEVES REÁTEGUI DEL ÁGUILA con quien contrajo matrimonio y viajaron a Tacabamba donde radicó por muchos años hasta la muerte de su esposo, sin dejar de hacer algunos viajes a su tierra natal y en vía de negocios. Procrearon dos hijas: Zoila y Grimanesa Delgado Reátegui, troncos de distinguidas familias tacabambinas.

Amenas y conmovedoras narraciones se daban acerca de estos viajes de aventuras:



Cuando en la selva, llegaban a un punto donde no había acémilas, ni era posible viajar por río, tenían que adentrarse por senderos en la espesura del bosque que sólo los aguarunas y jibaros conocían y quienes por cierto pago pecuniario o en objetos, cargaban en sus espaldas a las personas y bultos de equipaje. Éstos, hacían recomendaciones a los pasajeros para que tomen debidas precauciones; entre ellas lo de las ahorcadoras. En caso de que en el trayecto y desde los árboles, saltaran a sus cuellos las culebras ahorcadoras, no tenían otra cosa que hacer si no, morderlas fuertemente hasta herirlas, pues la saliva humana es veneno efectivo y rápido contra tales ofidios que de inmediato se desenvuelven de los cuellos de los pasajeros, caen y mueren.

Más de una vez, cuando Águeda regresaba de Iquitos, disponía que sus trabajadores acompañantes acerquen su embarcación a la orilla, donde jugaban niños nativos con el fin de capturarlos y llevarlos consigo. Así llegaban con algunas niñas jíbaras que las distribuían en las casas de su familiares en Tacabamba, las que eran dedicadas al servicio del hogar. Una de ellas se ve en la fotografía, la llamaban Sofía la jibarita. Ellas, cuando lavaban la ropa de sus amos o taitas, encontraban en los bolsillos algunas pepitas de oro de las que traían como mercancía desde Iquitos y algunas monedas o libras de oro peruanas, con las cuales siempre obsequiaban a sus “niñas” que eran las nietas de mamá Águeda Circunsición.


Esta actividad no pudo repetirse una tercera vez, porque cuando lo intentaron, los jíbaros ya habían tomado precauciones y lograron capturar a un hermano de Águeda al que llamaban Bartolo y dos trabajadores o arrieros, a quienes, ajusticiaron delante de sus familiares que estaban en la embarcación, sin aceptar el canje por dinero u objetos que a ellos gustaba. Pues como eran antropófagos, en ceremonia jíbara, los comían a pedazos luego de introducirlos en grandes ollas con agua hirviente y mostrarlos amenazantes a los tripulantes.

Por diferentes lares Cajamarquinos frecuentaba un tal Lorenzo Justiniano Reátegui, hijo de Barlolomé Reátegui (posiblemente el que fue comido por los caníbales) y de una dama tacabambina doña María Jesús Hoyos. Su partida de bautizo está fechada el 9 de setiembre de 1882 en la Parroquia de El Carmen de Celendín.

Las familias Herrera Delgado y Gálvez Delgado habían asimilado algunas costumbres de Iquitos de parte de su abuela Águeda Circunsición de las Nieves, tales como el lujo en el vestir, el canto, el baile, al arte culinario, en especial los afamados juanes en forma de tamal grande de arroz con ligazón de huevo batido y dentro de gallina.

Antes de regresar definitivamente a Iquitos, Águeda tuvo otro compromiso y un hijo que se llamó Víctor Reátegui, cuyo apellido paterno no figura en la partida de bautizo del 6 de Abril de 1886 en la Parroquia de San Bartolomé de Tacabamba

Hoy Águeda Reátegui es una leyenda viva en el recuerdo de diferentes familias de origen tacabambino y ascendencia de Iquitos capital de Loreto.

bocanegraaugusto@hotmail.es 

"La historia familiar puede abrir el paso a la historia de los pueblos".

"Nuestros ancestros forjaron el presente, ¡reconozcámoslo!"

No hay comentarios:

Publicar un comentario