viernes, 21 de febrero de 2014

119.- "EL MONTÓN" Y MI LÍNEA POLÍTICA

 "EL MONTÓN"  Y MI LÍNEA POLÍTICA.           
Las postrimerías de mi adolescencia marcaron el derrotero de mi simpatía política con un acto inusitado. Era un joven que bordeaba los 18 y tuve que constituirme a la Capital de la República - Lima - en busca de un trabajo que me permita profesionalizarme.
Había estudiado en el prestigioso Colegio Secundario "San Juan" de Chota y las circunstancias me detuvieron en la tierra natal para ayudar a mi padre en el oficio de talabartería, la actividad comercial y ganadera que desempeñaba.
Tal vez fue la casualidad la que me hizo tomar una decisión, pues al caer una noche de 1958 y habiendo regresado del campo, descansaba acostado en una banca de la sala, escuchando la conversación de mi padre con uno de sus vecinos, amigo y compadre a la vez que amenamente charlaban en la tienda al mismo tiempo que libaban algunas copitas de "capitán" (mezcla de vino cinzano y aguardiente chancayano). En cierto momento empezaron a ocuparse de sus enamorados hijos y me sentí claramente aludido. "Que le parece compadre  si ya casamos a esta pareja de tortolos y con nuestra ayuda los iniciamos en la formación de su nuevo hogar" dijo el visitante. "Creo estar de acuerdo" respondió su interlocutor mi padre y continuaron tratando del asunto.. Claro que en mis planes no estaba ni remotamente lo de un matrimonio. Por  eso en el desvelo de esa noche decidí primero forjarme un porvenir y  sin más alternativa me propuse viajar a Lima.

Estando ya en la Capital, trabajando en una librería y estudiando para postular a un ingreso, salía en mis horas y días libres a conocer la gran ciudad. Muchas veces, tomaba un bus o el tranvía y viajaba hasta el último paradero, ida y vuelta, preguntando y entablando conversación con las personas que compartíamos los asientos. Cierta vez, llegué muy lejos y tomé otro carro para el regreso, pero me había equivocado, pues estaba saliendo de la urbe rumbo al sur. Tuve que bajar y no encontraba  vehículo de vuelta. Ya estaba anocheciendo y solamente paró un volquete cargado de basura que me ofreció llevarme de vuelta pero después de dejar su carga en "El Montón" y por otra ruta. De tal manera que tuve que llegar a un lugar extravagante, sumamente impresionante. Ni los vidrios bien cerrados impedían que ingresen las moscas que cual nube cubrían el inmenso basural que era iluminado solamente por los faros de los carros basureros que se alineaban y distribuían para dejar su cargamento. La fetidez era insoportable y el cuadro humano desgarrador.  Especialmente niños, mujeres y ancianos, palo en mano se disputaban con los perros y chanchos (los gallinazos ya no estaban) los desperdicios encontrados dentro de la basura. Jamás había presenciado espectáculo tan realista y conmovedor, verdadera afrenta social. Era la otra cara de la gran ciudad con numerosas formaciones de barriadas, cinturones de miseria,  que dejaban entrever la carencia de un buen sistema político y la indolencia de los gobernantes.

La conversación con el chofer fue el complemento de mi desengaño social y el principio tal vez de mi justificada protesta y rebeldía. Desde entonces, recuerdo, escogía mis lecturas, visitaba sindicatos, frecuentaba movimientos y partidos políticos de izquierda. Hasta hoy, conservo mi primer periódico clasista:  "Unidad" en el que se daba amplia información de los barbudos de Cuba que estaban combatiendo en Sierra Maestra. Asistí una vez a un evento de la Confederación General de Trabajadores en el barrio El Porvenir en el cual uno de los más destacados oradores era el joven Abimael Guzmán Reynoso

Acudía a los locales partidarios sin la necesidad de inscribirme en alguno de ellos, llegué hasta donde estaban el Cura Salomón Bolo Hidalgo y el General César Pando Egúsquiza, con quienes tuve la oportunidad de departir algunas veces. Participé en movilizaciones de protesta y sentí la fuerza del agua del “Rochabús” rompe manifestaciones. Era una juventud airosa y decidida, buscada y forjada por mí mismo. Hasta que después de dos años abandoné Lima para incursionar en el Norte Sullanero y estudiar la carrera docente que me permitió laborar en Tacabamba, el que se decía ser mi mejor amigo había conquistado a mi prometida y se casó con ella, hice mi vida azarosa, muchos fueron los exabruptos políticos y ya en el retiro, senté mi residencia en la “Ciudad de la Amistad” Chiclayo.
La línea revolucionaria de José Carlos Mariátegui, Juan Velasco Alvarado, de “Fidel” y de Hugo Chávez Frías son los pilares sobre los que descansan mis ideales, mi fe  y mis añoranzas.
bocanegraaugusto@hotmail.es.       Chiclayo, Febrero del 2014




2 comentarios:

  1. Señor Augusto Bocanegra, lo felicito ha hecho Ud una investigación profunda de su suelo natal y los linajes de su pueblo, aspectos que los tacabambinos deben de conocer.

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  2. GRACIAS LUIS AGUILAR, ES PARTE DE MI DEBER,RESPONSABILIDAD Y GRATITUD COMO HIJO DEL LUGAR.

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