sábado, 25 de julio de 2015

143 .- DOMINGO SIETE

DOMINGO SIETE
Tiempos que fueron y que no volvieron. Aparecían los antiguos almanaques Bristol al terminar con Diciembre de cada “Año Viejo” . Don Candelario Guevara los vendía por calles y plazas, especialmente los domingos. También eran vendidos en las tiendas y otros negocios. En todas las casas tenía que haber un “Bristol” para estar al día. Cuando nacía una criatura buscaban en el almanaque el nombre del santo que la iglesia conmemora y ese mismo le asentaban en la partida de nacimiento de la Municipalidad o de bautizo en la Parroquia. En ese entonces no se conocían los nombres extranjeros de gringos, franceses o rusos.

Antes de revisar la abundante información que contienen, como el calendario de cada mes, el santoral o nombres de los santos día por día, los movimientos o fases de la luna, lluvias, sequías, eclipses, fiestas movibles, historias, relatos amenos, poesías, horóscopo, chistes, incluyendo el ilustrado en ocho cuadros, los ávidos lectores empezaban por buscar los “domingos siete”que por lo regular son dos, aunque a veces uno no más.
De tal manera que tenían muy presente en qué mes caía un domingo siete, con la finalidad de tener mucho cuidado llegado ese día por ser comprobadamente aciago, pues traía mala suerte, y sucedían desgracias y peleas que atemorizaban a la gente.
Todos los domingos los campesinos llegan a la ciudad para vender sus productos y comprar lo que necesitan para la semana o para el mes y por lo regular, al producirse los encuentros entre vecinos, compadres, familiares y amistades, era ineludible ir a la cantina y echarle las copitas de aguardiente, pero en el signado con el 7 menudeaban los cuartos y botellas del mismo, charlando y discutiendo sus asuntos y con los “humos alterados” empezaban los mal entendidos, las ofensas y peleas, desembocando en verdaderos campos de batalla en los que abundaban los puñetazos, los bastonazos con palos de lloque con nudos y desembaynando sus filudos (dagas o machetes), sacando chispas del suelo, a veces se inferían graves heridas y hasta muertes.

Lo más grave sucedía en los tiempos del bandolerismo, peor si era “domingo 7” ya se imaginarán, corría bala como cancha y las lloronas y plañideras no se alcanzaban en en los velorios y en los intierros. Recordemos que antes eran solamente los hombres los que acompañaban al difunto al pantión o cementerio, las mujeres se quedaban en casa para seguir llorando, cuando más salían a la calle delante de la casa para colgarse del cajón mortuorio en desesperado llanto en que decían las virtudes o cosas buenas del muerto y regresaban a donde quedaba la tumba que se velaba durante ocho días. El luto era recio, los vestidos negros a veces se usaban de por vida.
Además se comentaba que a don fulano lo pateó la mula y lo dejó en el sitio, que al sultano lo esperaron sus enemigos en la “hoyada mala” y lo acribillaron a puntazos, que a la perenseja le cayó el rayo y quedó carbonizada con güishas y todo, que ño Tiburcio se trambucó con su carro al abismo de La Legua, catay la Melesia y ña Melchora están presas en el calabozo de la guardia porque sian agarrau de las landas y a ruecazos y chungazos disque por el marido que compartían, que a ño victorazo le dió un paro de corazón, se vareó y se quedó seco, etc, etc. Todo esto y mucho más sucedía en “domingo 7” al que todos le echaban la culpa y peor si los afectados se levantaron con el pie izquierdo o el tuco malagüero cantó estas noches en su vecindario.

Pero también habían otros casos en cualquier época del año, los hay hasta hoy y en abundancia en aquellas parejas que estando en la boca de chismosas y chismosos se comentaba a todo viento que la fémina resultó con su “domingo siete” y que ya estaba de cinco meses.
Resagos del fatídico domingo siete los hay hasta ahora, pero ya la gente está más ilustrada y poco creen en las abusiones; ha quedado sin embargo un legado de leyendas y de narraciones del ayer que enriquecen nuestro acervo cultural tacabambino.
Chiclayo, junio del 2015
bocanegraaugusto@hotmail.es

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