martes, 30 de julio de 2013

25. MADRE ANCIANA.


MADRE ANCIANA. 

Ahora que los impíos designios de la vida han puesto entre nosotros las vallas de la lejanía y circunstancias sombrías me niegan la dicha de verte siempre, como antes, y disfrutar de los plácidos momentos que a tu lado me dieron la felicidad de tu presencia; ahora que sólo estás en mis recuerdos y añoranza, madre, mi anciana madre, virtuosa y buena, de sacrificios mil y privaciones mil, de prolongada vida enriquecida por el incesante amor y templada por los sufrimientos; quiero decirte mis congojas y cantar loas a tu nombre en este sacrosanto “Día de la Madre”.


Contra la insensatez, la incomprensión y el odio, te levantas con un dechado de virtudes, madre que sirves de ejemplo a las demás madres, espejo de las mujeres buenas y santas, luz y guía de los hijos que cayeron en las brumas de la impostura, la ingratitud y el olvido, paz del esposo y padre que se fue un día para nunca más volver, dejando orfandad y viudez, pero a la vez esperanza y consuelo en ti, fe y amparo en ti, fuente de cariño e inspiración inagotables.
Madre amorosa, trabajadora y solícita, eje central y alma de la familia, infatigable en los quehaceres de la casa, sabia educadora de tus hijos con ejemplo, historias, refranes y consejos que evoco, abstraigo y actualizo en muchísimos actos de mi vida; por ellos tú estás en mí y yo estoy en ti, madre de mis eternos pensamientos y de mis inquebrantables decisiones.

“Retornar al pasado” no es una ficción, es una verdad incuestionable y se vuela a ella con las alas del recuerdo y la fantasía de los sueños, atravesando las penumbras del túnel de la mente. Por eso no quisiera despertar de mis ensueños cuando ensimismado pienso en ti, mucho en ti, o transito por el somnífero letargo de la noche, donde se reproducen desde los más simples y amorosos actos hogareños, hasta los más trascendentales acontecimientos de la vida entre padres e hijos, en medio de los cuales estás siempre con tu papel protagonista de mamá, toda llena de bondad y de caricias, toda llena de merecimientos, de respeto y devoción.

Madre, que después de forjar con sangre y fuego de tu corazón por muchas décadas el cálido ambiente del hogar, con hijos, nietos y sobrinos, y después de encaminarnos a cada cual por su sendero, quedaste solita, escudriñando los renglones de las cartas y dibujando otros con tu puño tembloroso, enjugando lágrimas de pena que empañan tu visión y hieren el sentimiento de tu pecho.También las tarjetas, postales y fotografías, periódicos, revistas, banderines, regalitos y recordatorios, se abren presurosos a tu vista y se humedecen con el llanto de alegría: es el éxito distante y las buenas nuevas de los que tanto quieres, en medio de tu soledad que no contrasta con el monótono discurrir cotidiano del pueblerino andino terruño.
Aun más, cuando recibías la ocasional visita de alguno de tus hijos o nietos, tras los gritos de emoción desembocaba tu alegría en reprimidos, pero justificados sollozos. Después los trajines y animadas atenciones remedando los mejores años de tu juventud en los que hacías gala de esplendidez y prodigalidad.

Tu felicidad de pocos días efímera se va, con el retorno a la ciudad del visitante que te promete pronto regresar. Hacías un esfuerzo grande por no llorar, porque de ser así le iba mal al viajero en su larga travesía, así rezaba la abusión; pero de la cuadra en su rincón imágenes de santos y el Patrón Señor de la Misericordia, escuchaban las súplicas de una devota madre que con sus manos juntas y de rodillas en el reclinatorio oraba con unción. Las débiles luces de las velas alumbraban también en el altar al milagroso guardián y protector de la casona: San Antonio.

Anciana madre, jamás olvidaré tus blancas manos encarrujando las sedas de las modas en tu afán costurero de aplicar los modelos de los figurines, y tus pies impulsando el pedal de esa antigua máquina de coser que es desde ya una reliquia de tu hija que la guarda con amor.
Tu destreza sin fatiga en la elaboración de las rosquitas, empanadas, panecitos, bejeranos, turcas y galletas de sabor y calidad.

Tu constancia diaria en la distribución de los porongos de leche fresca que llegaban tempranito de La Banda Corillama y en la casa se vendía a toda la población y cuando se quedaba iba a parar al fogón en brilloso cobre: el perol, hasta quedar convertido en manjar blanco.

Madre, reconozco, ha sido grande tu labor, silenciosa, humilde y de mucha significación. Ese premio que jamás llegó puede ser hoy o mañana tal vez, el solícito cuidado en tu vejez, la justiciera voz y los jalones de pincel, que coronen en tus sienes el albor de tus cabellos y las arrugas de tu tez.

Inexorablemente el tiempo ves pasar, también tú abandonaste el lugar natal, tu casa, la inverna, tus vecinos, amistades y todo queda atrás, y hoy allá en la capital, en tu lecho de dolor, en la sala, en el patio y en el comedor, tu generoso y grande corazón acompasa como ayer el inicio, como ahora en su final, los segundos y minutos de este siglo que se va.

Ch. May. 1995. 

bocanegraaugusto@hotmail.es

“Madre, quiero que sepas que cuando pienso en ti soy inmensamente feliz”. (Rey B. L.)

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