martes, 30 de julio de 2013

53. ANÉCDOTAS DE ALVARITO

ANÉCDOTAS DE ALVARITO

Paco y Álvaro Herrera Guerrero eran dos niños hermanos que cursaban ya los últimos años de la Primaria en la Escuela Nº 63 “Salomón Díaz” de Tacabamba. El primero era serio, correcto y estudioso, respetuoso y respetado por todos sus compañeros. 
Álvaro por contraposición, alegre, bromista, ocurrente y palomilla, pero de buen corazón y gran colaborador.

Una vez, en el momento ilustrativo de la formación en el patio, al iniciar las labores diarias por la mañana, pedía el Director la participación voluntaria de los alumnos de las diferentes secciones para cantar, declamar, hacer chistes, dar noticias, etc.
Se agotaron las pocas participaciones y el Director don Víctor Herrera Delgado insistía buscando otros alumnos que intervengan.


Un tanto temeroso Alvarito levanta a medias la mano, suficiente como para que el Director lo viera, y mencionándolo animosamente lo llama hacia el estrado que era la galería del patio. De paso, el Director era tío carnal del susodicho alumno, pero eso quedaba a un lado en ese momento.
Una prolongada expectativa aumentó el silencio de la concentración estudiantil. “Muy bien alumno Herrera, ¿Qué es lo que nos vas a ofrecer? – te escuchamos”. “Voy a cantar señor Director”. “Excelente, brindémosle aplausos”. (aplausos)-

Preparando su garganta y tomando la posición correcta Alvarito agita y golpea varias veces las palmas de sus manos contra sus muslos a manera de aleteo y a todo pulmón canta: ¡ quiiiiquiriiiiquiiií ¡ ¡ quiiiiquiriiiiquiiií ¡ - ¡ tráyganlo aquí ¡ ¡ tráyganlo aquí ¡
Ante la sorpresiva ocurrencia, todos, alumnos y profesores reímos por un buen rato.

Como Alvarito no se movía del estrado, el Director inquirió nuevamente: ¿Algo más alumno Herrera? “Si Director, una adivinanza” - “Más aplausos para Álvaro Herrera”. (aplausos)
Llegado el silencio empezó: “Un hombre nació al mundo, sin brazos ni coyunturas, tanta fue su desventura que cantando se murió”. ¿Qué será?
Todos se miraban unos a otros, nadie atinaba a dar la contestación.

El Director pregunta otra vez: ¿Quién sabe la respuesta? ¿Qué será, qué será?. Nadie sabía la respuesta.
“Repita la adivinanza alumno”. Alvarito la repitió pausadamente…………
Nadie levantaba la mano para dar la respuesta, aún ni los profesores………
“Bueno, en vista de que nadie la sabemos, el mismo alumno Herrrera dirá qué es”. Alvarito, dudando y mirando por todo lado, tardando un poco, finalmente dijo: ¡ EL PEDO SEÑOR DIRECTOR!
Entre chiste y broma, y las risotadas del alumnado, el Director llamó la atención severamente a Alvarito por la respuesta disqué “obscena”.

Otra de Alvarito: 

Un día, a principios de los cincuenta, cuando los muchachos del barrio nos reuníamos para los acostumbrados juegos del atardecer, alguien trajo la noticia de que en el sitio las Tres Cruces, camino a Las Tunas, habían dado muerte a una culebra “grandota”. Efectivamente al llegar al lugar un grupo de siete, constatamos tal hazaña, pero el tamaño del ofidio no era tanto, apenas tenía siete cuartas (1.20m). “Chiminico” hizo la medición extendiendo al animal. Los demás analizábamos sus demás características, grosor, peso (siete libras aproximadamente), color “cumbilula”: verde, amarillo, vientre blanquizco y rayas negras, rojas, anaranjadas y azuladas (siete clores) etc. El acuerdo de todos fue llevarla a la plaza pese a que alguien dijo que no lo hagamos porque para remate del caso, ese día era domingo siete y algo malo puede pasar. Cómo si fuera poco, el reloj público daba las siete campanadas. Son abuciones de los creencieros decían algunos.


Entra a tallar Alvarito que era uno de los más intrépidos y tenía ya en la mano una horqueta grande de yuraxara y sin más ni menos enredó al reptil en ella y emprendimos marcha de regreso. En el trayecto se nos unían muchos chicos y curiosos.

En la calle Lima y al pasar por la casa de “Las Hormecindas”, que así llamaban a un grupo de muchachas, cuya mamá y abuela llevaban ese nombre, Alvarito tiene una infeliz idea: ¡hay que asustarlas!, empujó un poco la puerta, pero estaban cenando muy al fondo y ante el bullicio sólo contestaron los perros castilla que salieron ladrando enfurecidos ocasionando el desbande de todos y dejando la culebra dentro de dicha casa. Como consecuencia una terrible pelea de ¨Las Hormecindas” con sus vecinos doña Petita y sus hijos los “Armejo”, muchachos que ni siquiera habían estado en el grupo y fueron inculpados. El juez de paz don Reynaldo Bocanegra al siguiente día ordenó la libertad de Hugo y Aldo Armejo que habían sido detenidos por la policía y archivó el caso.


A los pocos meses Alvarito y su familia salieron de Tacabamba para radicar en Chiclayo, llegó a ser un eficiente profesor, constituyó una ejemplar familia. Retirado ya del servicio viajó algunas veces la tierra natal en su fiesta Patronal o para visitar Lanchepampa que era la hacienda de su padre don Juan Francisco. Afectado de un terrible mal perdió la vida. En su terruño lo recuerdan con cariño y lamentan su ausencia.

Tacabamba, marzo del 2009 - augustobocanegra@hotmail.com

“A fin de cuentas, todo es un chiste”. (Charles Chaplin) 
“Por el echo de envejecer no se deja de reír, mas dejar de reír te hace envejecer”. (Balzac) 
“Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga”. (Víctor Hugo)

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