ENRIQUE ZEVALLOS HORNA
Enmarcado entre el 30 de Noviembre de 1911 y el 2 de Agosto de 1983, y entre los distantes parajes de Tacabamba y Chiclayo, discurrió la existencia de un apasionado hijo de la “Tierra de las limas” y “Filial del cielo” don Enrique Zevallos Horna.
Su padre un reconocido personaje tacabambino don Lizardo Zevallos Cardoso, Alcalde de la ciudad y comerciante distinguido. Su madre la dama Chiguiripana doña Reineria Horna Paredes. Procreó cinco hijos con su esposa Luisa Piedra Acha, a saber: Nelson, Lupe, Vilma Rosario, Enrique y Alejandro.
Su niñez y juventud discurrieron en el ambiente estudiantil de la Escuelita Nº 63, el trabajo comedido del hogar y el entusiasmo participativo de las actividades pueblerinas, en especial las de la Semana Santa que eran de su predilección.
Dejó sentado su protagonismo en la celebración y diferentes actos de la Semana Santa en Tacabamba, contribuyendo con la esplendidez del Jueves Santo y destacando como Santo Varón en la ceremonia del Descendimiento del Cristo Crucificado y su consiguiente procesión el día Viernes Santo.
Con su hermano don Alejandro Zevallos Quijano en mérito a su vocación artística, construyeron la hermosa urna de Cristo yacente Señor de las Ánimas, en madera calada y tallada de cedro con límpidos cristales. Hacían además los arreglos del fastuoso Monumento para la misa de Jueves Santo en el Altar Mayor del templo, destacando a su costado izquierdo la nutrida “Mesa de los Apóstoles” en la cual se ubicaban alrededor de la imagen del “Padre Eterno” otras que representaban a los ministros del Señor. En dicha mesa se exhibían potajes, especialmente frutas, y al medio un cordero esculpido en mantequilla que representaba a Jesús.
Cuando don Enrique hubo de dejar Tacabamba para radicar en Chiclayo, era esperado puntualmente cada año en esta santa celebración a la que llegaba ungido de una gran religiosidad y con el cargamento de gran variedad de frutas para la mesa de Jueves Santo. Al atardecer de ese día junto con el cura, mayordomos y procuradores repartían las frutas a los niños y las comidas a la gente pobre.
No cabía duda que era el protagonista en la ceremonia del Descendimiento del Señor de Ánimas fijado en una gran cruz en el Altar Mayor el Viernes Santo, conformando el contingente de Santos Varones .
Transcribo algunos párrafos del tema SEMANA SANTA EN TACABAMBA del blog Mi Tacabamba que al respecto dice: “El Viernes Santo es el día de luto, de pesar y de recogimiento. Después de escuchar el Sermón de las Tres Horas, ya en los hogares (via radio), ya en el templo, la multitud se conglomera en este último para adorar al Señor de Ánimas que es descendido de su altar a los acordes de las fúnebres notas de la banda de músicos, para ser fijado luego en el Calvario, junto al Altar Mayor en una gran cruz clavada en medio de altas plantas de plátano a un costado y laurel al otro, simbolizando al buen ladrón uno y al incrédulo el otro, en los deicidas momentos del sacrificio del Gólgota. Luego de pocas horas, ante el llamado bullicioso de las matracas (instrumentos de tabla con asa y argollas sujetas a ambos lados que agita un equipo de jóvenes recorriendo las calles, reemplazando a las campanas en este día), el amplio templo resulta insuficiente para albergar a los feligreses que pacientemente esperan la conmovedora ceremonia del Descendimiento. La concentración de luces descuella la imponente figura del cuerpo yerto de Jesús Crucificado, a cuyos pies sollozan algunas imágenes de vírgenes.
A pocos metros antes del lugar de la crucifixión y hacia el costado izquierdo de la nave del templo, está sobre sus ataviadas andas la efigie de la Virgen Dolorosa.
He aquí la ceremonia: El sacerdote avanza a pasos largos por entre la multitud que le abre paso hacia el improvisado Calvario. El rezo es breve y muchas las recomendaciones. Un sonoro vibrar del melodio da el inicio y un breve silencio deja escuchar nítidamente las graves notas de las guitarras, acordeón, violines, serrucho y mandolinas que preceden a la potente voz varonil de la juventud que lanza súbitamente su himno consuetudinario: “CANCIÓN DEL DESCENDIMIENTO” tan emotivo, que hace llorar y conmociona a la muchedumbre congregada. En las primeras estrofas cantan al Señor en versos de dolor que desgarran el alma.
1- . Crucificado amor mío - hasta dónde tu fineza, - pudo llegar pues que mueras,- porque el hombre no perezca.
2- Tus divinos pies y manos - a los sayones entregas,- a que traspasen los clavos, - en tus miembros su dureza.
3- A vista de todo el mundo, - levantado con afrenta, - agonizando y muriendo, - triste a su Padre se queja.
4- Desamparado se mira, - sediento y lleno de pena, - por el amor a los hombres, - todo el cuidado se lleva.
En la quinta estrofa hacen un llamado a los Santos Varones para que bajen de cruz a Jesús. Éstos, hombres fornidos, virtuosos o pecadores arrepentidos, salen del Bautisterio en número de 16 ordenados en dos columnas, vestidos de alba y cíngulo, con dos sábanas enrolladas que cruzan pecho y espalda y amarradas a la altura de las caderas, una cinta circundando sus frentes, todo de color blanco y portado simbólicas escaleras los dos primeros más antiguos que encabezan el desfile hacia el Calvario de la Crucifixión. Antes de llegar se postran ante la conmovida Madre del Mesías para pedirle permiso.
5.- Venid humildes varones - con reverencia y amor, - a bajar del árbol a esta difunta Flor .
6.- Almas miren a Jesús - pendiente en ese madero, - barrenado pies y manos - por nuestras míseras culpas.
7.- Pedid licencia a esa Reyna , - llena de angustia y dolor, - que gustosa os dará - en alivio de su Dios.
8.- Subid almas al Calvario, - donde el inocente llega, - a pagar ajenas culpas - por su caridad inmensa.
Estas estrofas se intercalan con la intervención de los instrumentos musicales y son ellas las que indican las acciones de los Santos Varones durante el proceso del Descendimiento.
Por dos escaleras grandes suben los dos primeros y se ubican por detrás y sobre los brazos de la cruz y del Señor Crucificado. Los demás se distribuyen por delante y a diferente altura, para recibir con pañuelos en las manos las reliquias sagradas que adoran y pasan a los otros que hacen lo mismo hasta que las entregan a un ordenado grupo de niños y niñas que elegantemente vestidos y sobre azafates las conducen por delante y durante la procesión.
Para dar cumplimiento a lo que indica cada estrofa del coro, uno de ellos colocando la tenaza sobre el madero sagrado, le da un contundente golpe con martillo, que resuena en todo el templo, parece silenciar a toda la contingencia y deja escuchar un breve traqueteo de las matracas chica y grande.9.- Quitad esas cuatro letras - de ese sagrado madero, - que INRY quiere decir: - Gran Rey de cielos y tierra.
10.- También esas tres potencias - que son señales de amor, - que es del verdadero Padre - y de nuestro Redentor.
11.- Quitad esa real corona - que le oprime a la cabeza, - toda esmaltada en sangre, - hasta empañar su belleza.
12.- Limpiad el cielo divino, - bañado con el sudor, - es cansancio de las culpas - que el hombre le ocasionó.
13.- Quitad ese duro clavo - que tanto oprime a la diestra, - dadle lugar a que brinde - su soberana clemencia.
14.- También el de la siniestra, - desclavad que es de justicia, - que no ha de pagar el justo, - sino el que causó malicia.
15.- Esos sagrados pies, - desclavadlos que hay razón, - que no padezcan tormentos, - por dar vida al pecador.Al final bajan al Señor, lo envuelven en blancas sábanas y lo conducen a la presencia de la Virgen Dolorosa. Luego, con la vigésima estrofa terminan por colocarlo en una lujosa urna, que a través de sus límpidos cristales, el Cristo deja contemplar la funesta palidez de la muerte.16.- Bajad ese Jazmín bello - de ese árbol sagrado - y todos lloren contritos - la causa de su pecado.
17.- Es nuestro Cielo Divino, - regocijo de la gloria, - mostradle al pueblo tirano, - que pida misericordia.
18.- Entregadle a esa Señora - que está triste y sin consuelo, - que se recree mirando - a la belleza del cielo.
19.- Separadle de su vista, - que le causa más dolor. - ¡ay Jesús del alma mía! : - ¡Misericordia Señor!
20.- Ponedlo al Santo Sepulcro - al redentor de los cielos - y que una enorme piedra - oculte a mi Salvador. FIN.
(La antigüedad de este himno no se ha determinado con exactitud, así como la de la escultura del Señor de Ánimas, pero con seguridad llegaron en el siglo XVIII - 1700 a 1800. De igual manera, el establecimiento de la ceremonia del Descendimiento).
Empieza la procesión, el público se dispone a salir unos delante, otros detrás del lúgubre cortejo con las notas del coro femenino que entona hermosas canciones hasta que finalmente, al salir del templo, la banda de músicos empieza el toque de las mejores marchas fúnebres de su repertorio.
La procesión se desliza pausadamente por las calles principales de la ciudad, y separada de Jesús una cuadra de distancia va la Virgen de los Dolores. Todos portan encendida una vela, que en conjunto, da mayor luminosidad a la devota contingencia ordenada: hombres a la derecha y mujeres a la izquierda. La procesión llega a su final después de varias horas y los feligreses se retiran. El Cristo es colocado nuevamente en su altar donde permanecerá hasta el próximo año.”
El Sábado de Gloria a esto del medio día, se escuchaban estruendosas explosiones de cohetes y ráfagas de disparos con revólveres, era don Enrique Zevallos y un gran número de personajes que festejaban la gloria del Señor por su resurrección, en medio de los cuales bullían los muchachos en pos de los casquillos de las balas que rodaban por la calle.
Cabe mencionar que don Enrique llegaba a su terruño acompañado de un hermoso perro pastor amarillo llamado “Doris” que era la atracción de niños y jóvenes por su docilidad e inteligencia. Mostraba su canino de oro que encantaba a sus admiradores. El último año que se le vio sucumbió en un enfrentamiento con pumas en los matorrales de La Oroya, lugar de pesca en río Silaco , Anguía, hasta donde acudía su amo y sus amigos en días posteriores a la Semana Santa.
El personaje de nuestro relato dejó de viajar a Tacabamba cuando hubo de resquebrajarse su salud, prolegómeno de su fallecimiento en 1983. Su recuerdo y gratitud perdura, como la añoranza de la antigua celebración de la Semana Santa allá en la “Sucursal del Cielo”.
La importancia de una obra no está en su dimensión material, está en el caudal de amor e intencionalidad con que su autor lo realiza.
bocanegraaugusto@hotmail.es - Chiclayo, Mayo del 2011
“Cada uno labra su propia corona, cada quien es hijo de sus obras”. (José Ingenieros)
“ El hombre vale más por sus sentimientos que por su inteligencia” .
“Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada”.
“Los valores que se siembran en los niños se cosechan en los hombres”
“Un hombre sin identidad es como un barco sin rumbo”.
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