jueves, 28 de noviembre de 2013

115.- CRIADOS O MUCHACHOS

CRIADOS  O  MUCHACHOS

El tiempo determina las cosas, usos y costumbres, ya sea que las establece o ya sea que las cambia o las desaparece. Mejor dicho, según el tiempo las gentes establecemos estos asuntos, los cambiamos o los terminamos.
Las familias tacabambinas, como un reflejo de las nacionales o talvez, de seguro, como las de todo el mundo, habían adoptado la modalidad de tener un o una menor de edad a su cargo, a veces dos o más, para el servicio de la casa. Posiblemente, esto se estableció después de que fuera abolida la esclavitud del indio o del negro y de una manera tan natural, sin que la legalidad lo permita ni lo prohíba, y cuando lo hizo, simplemente no se  cumplía lo que estipulaba, por eso se pedía y/o recibía estos niños de diversas edades, desde los recién nacidos hasta los diez o doce años.
Las condiciones también eran diversas, por acuerdo verbal, muy rara vez por escrito. Así, los padres, hermanos mayores, tíos o abuelos en caso de los huérfanos, daban incondicionalmente al menor,  que solíase llamar “regalo”, por eso al sujeto del hecho se le decía “regalado”. Otras veces estipulaban algún pago o recompensa, pero todo dentro de la buena voluntad.


La familia Delgado Reátegui, traía de la selva amazónica niñas jibaritas para el servicio en su casa y en las de sus hijas Zoila y Grimanesa. (1905)

Posiblemente el móvil de este fenómeno social fue y sigue siendo la pobreza de los donantes y la situación cómoda o de buenas posibilidades de los receptores. Pocas veces se veía que estos últimos eran personas modestas económicamente. Sucedía en parientes, padrinos o vecinos.
Lo cierto es que, voy a narrar los casos y circunstancias que me atañen en años ya lejanos, cuando discurría mi niñez o juventud en aquella bella y tan añorada tierra que llamamos la “Sucursal del Cielo”.

En la década de los 40 y parte de los 50, los amigos, compañeros estudiantes de la Escuela 63, en vacaciones o tiempos libres emprendíamos con la posterior representación de las actividades festivas de nuestro pueblo, en una suerte de imitación o remedo. El ámbito por lo regular era el barrio, a un lado u otro de la plaza con sus respectivos actores que mostrábamos una sana competencia en la mayoría de las veces, algunas pocas nos integrábamos previo acuerdo, rara vez se tornaban en conflicto o gresca.
Los Segura,  tenían dos muchachos: Rosas (“Mula”) y Segundo (“Virote”), ambos, pese a sus recargadas labores en casa y campo, en el oficio de matarife y crianza de ganado y animales menores, se daban tiempo para acudir al llamado de “Paquito”, que con su hábito marrón de franciscano, gustaba de imitar al sacerdote , y con todos los amigos jugar a la corrida de toros en las tardes y a la vaca loca y otros juegos por las noches. Con ellos los bravos cornúpetos estaban asegurados, y los toreros, banda de músicos y público éramos todos los amigos asistentes, incluyendo las niñas que espectaban desde sus balcones.
La familia Medina contaban con “MMM” como lo llamábamos por su identidad: Magno Mego Mestanza. Muchacho muy hábil y trabajador, diestro en las bolichas, chanos,  trompo y bolero.  Representaba y hacía ganar al barrio en estos menesteres.


Reunión de vecinos, posan con sus “muchachos” 1943.
Los Herrera, tenían también dos muchachos “Polo” Cajaguarunga “Mashado” y "Perico" ,  que aunque de poco tiempo disponían, algunas veces participaban de las inquietudes de la muchachada, eran diestros en el jebe u honda para la caza de los pájaros y montaban en pelo a los caballos de los “hacendados”.
También los Goicochea con el “Doro” por Artidoro y el “Ñume” cuyos nombres y apellido nadie conocía, al que llamaban así porque no tenía orejas, pero que solícitos y callados cumplían con las indicaciones que sus “niños” les daban para hacer algunos roles y servicios en los juegos.
Los Bocanegra, teníamos siempre a lado el apoyo de “Claudino” un gran muchacho lleno de entusiasmo e iniciativas. Por su bondad y modestia tenía el aprecio de todos. Hacía de diferentes personajes, hasta de cura y de obispo.
La familia de doña Hermelinda Sánchez tuvo de por vida a Aurelio que apodamos “Mánjar” criado amanerado gran cazador de tordos, pugos y guanchacos, los tenía por cientos en su casa, en jaulas prisiones que él edificaba en las esquinas de su enorme patio.
Don Guzmán Montenegra y su esposa Clodomira Bocanegra, que resultaron llamarse José Germán e Inés respectivamente, habían criado al afamado “Rimachi” que se distinguía entre toda la muchachada por sus grandes palomilladas, motivo por el cual también recibía severos castigos tanto en casa,  como en la escuela.
Las señoritas Cardoso conservaron hasta adulto al formal y bien educado “Chepo” José Fernández, fiel hasta cuando trabajaba en Lima, pues siempre era cumplido y visitaba a dichas señoritas María, Julia y Rita, además, criaron a un líder entre toda la  muchachada, era el famoso “Chiminico” casi nadie conocía que se llamaba Antonio Becerra, pero nunca faltaba de los juegos en los que se tomaba el mando ayudado por su gran tamaño, su especialidad la natación en el Tingo y cabalgar al galope a los enormes caballos argentinos de la Gurdia Civil. Servía de elemento de choque cuando el barrio se veía amenazado o atacado por los de otros barrios. Hoy Víctor Guzmán, un yerno suyo, costeño, ha heredado la chapa de “Chiminico” y es experto en artes marciales.
La familia Asurza tenían a “Pancho yas habas” carnavalero y juguetón que estaba en todas, su nombre Francisco Llatas, pero al escuchar el silbo de papá Julián, volaba dejando todo, caso contrario,  ya se sabía:  látigo y ayuno.
Tío Carlos Gálvez Cabrera contaba con Ramón, alias “Chancona”, educado a base de severos castigos. Emigró a la costa, regresando convertido en un gran albañil, construyó entre tantas obras el Atrio Mariscal Castilla y el puente sobre el río Silaco en San José.
La familia Vásquez Camacho, firme y feliz con la laboriosa compañía de su chico “Mariano” que llegó después a ser un reconocido chef en Chiclayo, lo que le sirvió para que le otorguen un importante contrato de trabajo en España donde hasta hoy reside.
Don Manuel Camacho y su tía la señora Carmen Guevara criaron a Juan, conocido por toda la colectividad tacabambina como “Pelamontes”, fiel servidor en la afamada panadería y en la quinta del Puquio.
Otras familias que tenían sus criados, pero que no participaban de las inquietudes y juegos en el barrio, recuerdo entre otras: Los Oblitas con su “Juanjo”, los Gálvez con su “Chanconas”, los Cardoso con su “Lucha”, la familia Aguirre Guevara con "Carbunco" y “Palo Blanco”, los Zevallos con el "Mono", los Cotrina con su "Cashalla", etc.

En casa de don Rodolfo Oblitas Paredes, pasó muchos años el “Cabo Shoro” o “Cabo Tusa” que respondía amigablemente al que le llamaba por su nombre Tomás Cayatopa,  y se enfurecía cuando escuchaba sus apodos. Gustaba de disfrazarse de diablo mayor en las comparsas de carnavales, también cuando ya era hombre adulto, viejo y hasta la muerte.
Don Francisco Portocarrero e hijos tenían primero a José Herrera “El Conde” por sus luengas cabellera y barba pelirroja. También al “Chuli” Leoncio Vásquez Delgado, que cuando joven manejaba un centenar de vacunos suizos, después ayudante en los camiones de los Portocarrero.. Los Gálvez Vásquez con su hortelano mudito “Timoteo”. Doña Grimanesa Delgado con su Benjamín el popular “Quiliche”.
Tratándose de criadas ,  los casos eran muy comunes. Casi todas las familias tenían sus muchachas que desde niñas estaban a su servicio, hasta que a buena edad escapaban con sus “marchantes” independizándose de la familia que los acogió. Raras veces estas chicas permanecían fieles hasta su vejez. También éstas, tenían sus chapas, como era ya de costumbre: “Venada”, “Pata de Güisha”, “Chavelona”, “Lagartija”, “Pamama”, “Canrhula”, “Chochoca”, “Mona”, “Patona”, “Reina”, “Pata Gambá”, “Hilasa”, “Tachuela”, “Zarca”, etc. Se ocupaban de los mandados, acarreo de agua de los chorros, bacinicas, lavandería y ayudantes de cocina.
Decir su chapa o malnombre no lo consideremos como una ofensa, es simplemente la idiosincrasia de nuestro pueblo que perdura como en otros lugares.


Tacabamba, octubre de 1985                                 Augusto Bocanegra Gálvez

2 comentarios:

  1. Augusto yo viví como regalado en el año 58😭 con el cura Aguinaga..

    ResponderEliminar
  2. Augusto yo viví como regalado en el año 58😭 con el cura Aguinaga..

    ResponderEliminar